El mundo latino tiene en Marc Anthony, no sólo a un excepcional y talentoso artista, sino al más grande ensamblador de emociones. Su magia al actuar, hace de los latinos una fuerza incontenible que irradia fraternidad, solidaridad, e indescriptible felicidad.
La razón para lograr semejante fenomenología social es una sola: Su portentosa capacidad para llegar a lo más vibrante del ser humano.
Lo vivido en el imponente American Airlines la noche del Sábado 15 de Octubre, fue majestuoso. Dos horas vibrantes que incitaron entusiasmo y frenesí en las 18.000 almas que engalanaban la más fantástica noche latina de Dallas. Era un libreto celestial, pues el inicio, fue homenajeando precisamente al Cantante del siglo: “Yo, soy el cantante / Que hoy han venido a escuchar / Lo mejor, del repertorio / A ustedes voy a brindar. Y canto a la vida / De risas y penas / De Momentos malos / Y de cosas buenas. Vinieron a divertirse / Y pagaron en la puerta / No hay tiempo para tristezas / Vamos cantante comienza”.
Cada canción, cada mensaje, cada gesto de Marc Anthony, se convertía en una fuerte dosis de fraternidad latina. Una preciosa latina me decía sobre él: “Marc es un orgullo hispano, y más que un cantante y más que su voz, es el mejor motivador de la felicidad”. Hubo muchos momentos de fascinación, pero el homenaje a Juan Gabriel, fue una transportación de almas buscando a la del Gran Divo de Juárez.
Marc Anthony hizo gala de su aguda inteligencia emocional, cuando en uno de sus varios mensajes a la hermandad latina, enardeció el auditorio, cuando sin mencionarlo, se refirió al más atorrante de los humanos que pretende ser Presidente de EE.UU.: “Un hombre que no sabe respetar a una mujer, no merece ninguna dignidad; Y un latino, verdaderamente decente, no puede estar apoyando a un ególatra maltratador”.
Como no ha de faltar el aludido, un personaje en voz baja y vergonzante, sólo atino a decir que allí no era el sitio para hablar de política. Indigna saber que hay personas que les molesta la libertad a expresarse de un artista, y sin embargo, no les molesta todas las canalladas y las bajezas con que ese personaje trompea a quienes no considera sus semejantes.
Otro de los momentos fulgurantes, fue cuando abordo el tema de la necesidad de que los latinos estemos unidos. Y aquí hay que comentar sobre ese poderoso e indispensable mensaje, ya que en uno de los últimos estudios sobre la felicidad mundial, apareció Latinoamérica como la zona más feliz porque su gente es más alegre, le gusta conversar y el núcleo familiar es más fuerte. El índice marco un 71% por encima del promedio mundial que arrojo un 40%; y como dato curioso, los países ricos no son felices: EE.UU. con un 34%, Alemania 37%, Francia 36%, y China con un 29%.
Lo de Marc Anthony en Dallas tiene que dejarnos huella; y ese paroxismo o momento en que se experimento con mayor intensidad la latinidad, es una llama que no podemos dejar apagar, y para ello, es menester trabajar hacia un liderazgo colectivo de conciencia.
Cuando Marc Anthony pretendió terminar su actuación, instintivamente el público, masivamente, encendieron las luces de los celulares para que el gestor de ese encumbramiento latino siguiera cantando, y fue allí, al regresar, que él nos dio el colofón a la cátedra de felicidad latina:
Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá.
Vivir la vida
arnoby@elhispanonews.com
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