Un duro y nada amable debate presidencial

Trump y Hillary intercambiaron ataques

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AGENCIAS

WASHINGTON.-Perdiendo partidarios y con cada vez menos tiempo por delante, el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, presentó batalla el domingo en el segundo debate presidencial contra la demócrata Hillary Clinton. En el proceso, dio a su base de seguidores acérrimos la actuación que llevaban tiempo esperando, pero ofreció pocos argumentos a los estadounidenses que todavía se resisten a verlo en la Oficina Oval.

En un enfrentamiento de 90 minutos salpicado de insultos e interrupciones, Trump empleó todas las tácticas en su mano para intentar superar la emisión de un video que había dejado su campaña en la cuerda floja solo 48 horas antes. Mostró pocos remordimientos y ninguna restricción. Desvió la atención hacia los escándalos sexuales en el pasado de Bill Clinton. Pasó a los ataques personales al manifestar que veía un “tremendo odio” en el corazón de su rival, a la que se refirió como “el diablo” y mentirosa, y le dijo que, si sale elegido, la encarcelaría.

Su maniobra no escatimó reproches a nadie, ni al Partido Republicano ni a su compañero de fórmula y candidato a la vicepresidencia, Mike Pence.

“Estoy muy decepcionado con los congresistas, incluyendo los republicanos, por permitir que esto pase”, dijo, criticando a los legisladores republicanos por su gestión de la investigación sobre el uso que hizo Clinton del correo electrónico y de emails confidenciales durante su etapa como secretaria de Estado.

Su actuación fue la viva imagen de lo que ha hecho de Trump una fuerza imparable en la política estadounidense los últimos 15 meses. El empresario neoyorquino dio voz a las quejas, durante muchos años marginales, sobre Clinton y su esposo. Demostró que no se acobardaría por la crisis ni se limitaría ante las normas de buena conducta convencionales.

A los republicanos que aguardan que su maltrecho candidato se retire de la carrera presidencial se les recordó que no deben albergar esperanzas.

Clinton enfrentó el discurso de Trump con sonrisas con desdén y poniendo los ojos en blanco. La demócrata comenzó el debate en St. Louis citando a la primera dama, Michelle Obama: “Cuando van a la baja, sube el nivel”. Ante las continuas interrupciones de su rival, Clinton decidió no protestar — esperando que Trump se ahogase en sus propias palabras.

Pero su estrategia fue posiblemente menos efectiva que en el primer enfrentamiento. Cuando la conversación viró hacia los impuestos, la cultura política de Washington o la gestión que hizo Clinton de correos electrónicos clasificados, Trump pudo lanzar algunos golpes y tomar algo de impulso.

“Lo digo todo el tiempo. Ella habla de atención sanitaria, ¿por qué no hizo nada al respecto? Habla de impuestos, ¿por qué no hizo nada al respecto?”, dijo Trump. “Con ella, todo son palabras, no acciones”.

Trump no se disculpó por su propia gestión fiscal. Por primera vez reconoció que durante años evitó pagar impuestos federales por sus ingresos a título personal. Preguntado por si podría decir durante cuánto tiempo mantuvo esta práctica, respondió: “No”.

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