Dallas, Texas. Como una premonición que ha pasado desapercibida, la Agencia Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, NOAA, por sus siglas en inglés, responsable de describir y predecir los cambios en el medio ambiente mediante la investigación de los océanos, la atmósfera, el espacio y el sol, había hecho público el Jueves 10 de Agosto, el 27 Informe Anual que confirmaba que el 2016 fue el año de mayor calentamiento global en 137 años de mantenimiento de registros.
Pues bien, 15 días después, a causa de una desafortunada conjunción de factores atmosféricos, lo que parecía ser una simple tormenta tropical más de la temporada anual, terminó convirtiéndose en el devastador y mortífero huracán Harvey, que ya empieza a ser catalogado como uno de los mayores desastres naturales en la historia de los Estados Unidos.
Es también el primer evento catastrófico que enfrentará la administración de Donald Trump. Y es que a las inclementes lluvias que no han cesado durante cinco días, rompen todos los records de pluviometría. En Houston han caído más de 9.000 billones de galones de agua según el meteorólogo Albert Martínez.
La suma del calentamiento de las aguas del Golfo de México, más la alta humedad y la ausencia de corrientes de vientos, dio como resultado un diluvio histórico sobre la cuarta ciudad más importante de EE.UU y epicentro mundial de la infraestructura energética.
El puerto y los aeropuertos de la ciudad cerraron o restringieron al máximo sus operaciones, mientras que las refinerías también suspendieron su producción, lo cual ya impactó el precio de la gasolina.
En vastas zonas de la ciudad el nivel del agua ha alcanzado alturas de un metro o más. Esto ha obligado a sus habitantes a buscar refugio en los tejados, situación que ha dado pie a escenas que revivieron la pesadilla del huracán Katrina, aquel que en 2005 devastó Nueva Orleans.
Más de seis millones de personas sentirán el rigor del fenómeno climático, de las cuales se espera que por lo menos 30.000 sean evacuadas hacia albergues provisionales. Mientras se registran dramáticas imágenes de personas desesperadas en sus techos, pues los equipos de socorro –reforzados con unidades de la Guardia Nacional– no dan abasto, expertos comienzan a hacer los cálculos de la reconstrucción. Es imposible, a estas alturas, tener ya un total.
De lo que sí hay certeza es que será larga y demandará recursos cuyo origen es todo un interrogante para un gobierno federal que hoy vive con la sombra de la parálisis por falta de financiación, y cuyas dependencias encargadas del alivio de desastres afrontan días de vacas flacas.
Todo este lamentable cuadro tiene lugar poco después de la decisión de Donald Trump de retirar a su país del Acuerdo de París. Si bien no hay evidencia científica de que por causa del cambio climático ocasionado por el hombre tengan lugar más eventos de este tipo, sí existe consenso respecto a que la intensidad de los mismos tiende a aumentar. Para el caso evidente del inimaginablemente catastrófico e inentendible Huracán Harvey, la explicación podría tener que ver con el mencionado aumento de la temperatura de las aguas del Golfo de México.
En este orden de ideas, es claro que Estados Unidos deberá prepararse para hacerles frente a más fenómenos climáticos como Harvey en sus ciudades costeras. Una perspectiva que debería ser suficiente para que el magnate reflexione y se sume, por el bien de su gente, por su propio bien, al esfuerzo por hacer el tránsito a fuentes de energía y estilos de vida sostenibles.
“La lamentable tragedia tiene que llevar a una reflexión urgente sobre lo que se debe hacer para que estos fenómenos no sean cada vez más devastadores”.
arnoby@elhispanonews.com
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