Muchas, innumerables personas comienzan el año nuevo con resoluciones de todo lo que van a mejorar en el año nuevo. Entre estas resoluciones usualmente figuran las de comer sanamente, perder peso, hacer ejercicio, dormir más, etc. Es bien sabido que al llegar a la mitad del año, hemos revertido a nuestros malos hábitos y no hemos cumplido con nuestras resoluciones. Para que sean efectivas, las resoluciones deben convertirse en metas medibles con acciones en cada paso. Es imprescindible reconocer antes que nada que los hábitos son la “arquitectura invisible de nuestra existencia”. Efectivamente, los humanos somos animales de hábitos bien definidos. Cerca de la mitad de nuestra conducta diaria es repetitiva, es decir, consta de hábitos, comenzando por cepillarnos los dientes.
En Internet abundan los consejos para ayudarnos a sustituir hábitos malos o no tan buenos por hábitos saludables para nosotros: hacer listas de las cosas que debemos hacer, comprar los alimentos en el supermercado de acuerdo a un menú, levantarnos y dormir a horas determinadas, empezar por las cosas más pequeñas, recompensarnos, con una larga lista de etcéteras por seguir.
Pero el cambio de nuestros hábitos es un traje a la medida. Lo que le funciona a una persona no necesariamente le funciona a la otra. Es muy fácil recomendar el que nos levantemos con el primer rayo del sol para optimizar nuestro día. Pero hay personas (y me incluyo entre ellas) cuyo cerebro no funciona temprano en la mañana porque somos animales nocturnos. Es en la tarde-noche cuando nuestro ritmo circadianos funcionan óptimamente. Es cuando pensamos y actuamos mejor. Entonces la recomendación de levantarnos temprano no sirve para nosotros.
Al seguir determinadas dietas o regímenes alimentarios, a algunas personas les funciona muy bien recompensarse con pequeñas desviaciones en su régimen alimenticio y darse permiso de comer dulces o alimentos saturados de grasa. Para otras personas eso no funciona ya que esos pequeños engaños promueven en ellos una reversión a una adicción alimenticia, de modo que les funciona más la abstención total de esos alimentos.
Para algunas personas adictas a las redes sociales funciona mejor el abocarse a su actividad en redes sociales en un bloque de varias horas a la vez y terminada esa actividad, pueden concentrarse en otras cosas. Para otras personas es mejor dividir su actividad en redes sociales en varios segmentos determinados de tiempo a lo largo del día.
La escritora Gretchen Rubin identifica cuatro tipos de personalidades para quienes el cambio de hábitos responde a diferentes factores: los defensores o personas que pueden responder fácilmente a expectativas tanto internas como externas; para ellos el cambio de hábitos resulta fácil. Los cuestionadores o personas que únicamente acceden a cambiar un hábito si se les convence de la bondad de hacerlo, de modo que únicamente siguen expectativas internas. Los complacientes o personas que responden fácilmente a expectativas externas pero tienen conflictos con las internas y requieren de responsabilidad impuesta desde el exterior. Por último, los rebeldes, o personas que no admiten imposiciones y que requieren alternativas y libertad para decidir cambiar de hábitos. De modo que primero debemos reconocer cual es nuestra personalidad en cuanto a hábitos se refiere.
Ciertamente existen estrategias para cambiar exitosamente un mal hábito por uno positivo. El hacerlo depende de que esa estrategia sea individual y apropiada para nosotros. Para apoyarnos debemos comenzar por reconocer lo que mejor ha funcionado para nosotros, lo que nos motiva, lo que podemos controlar. No es tan difícil cambiar nuestros hábitos si lo hacemos de una manera tal que el cambio nos haga sentir bien. Feliz 2017.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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