Cómo veía la antiguedad el fenómeno de los eclipses

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REDACCION

Es uno de los espectáculos naturales más impresionantes y bellos. Pero hasta hace no tanto tiempo, era recibido con profundo temor y desataba las reacciones más inesperadas.

Multitud de personas, hay quien habla de cinco millones, se desplazarán para ver en primera fila el eclipse total de sol del lunes 21 de agosto.

Es el primero que cruza Norteamérica en el siglo XXI y el primero que se verá en Estados Unidos continental en casi cuatro décadas.

Este entusiasmo contrasta con el efecto que los eclipses totales de sol tenían sobre nuestros ancestros.

Las civilizaciones milenarias -asiáticas, americanas o europeas- sentían un intenso terror hacia este fenómeno.

Un mal presagio

La palabra eclipse deriva de una antigua expresión griega que significa “abandono”.

La desaparición momentánea de la luz: era como si el Sol estuviera abandonando la Tierra, un evento dramático, un mal presagio que anunciaba sucesos negativos.

Esta sensación era compartida por muchas culturas aunque la interpretación de cada una era diferente.

“Todo el mundo tenía miedo, estaba aterrorizado porque un eclipse en el cielo era la peor profecía”, le cuenta a BBC Mundo Bradley Schaefer, profesor de Astronomía y Astrofísica en la Universidad Estatal de Luisiana, EE.UU.

“Cada cultura, en todas partes y todos los continentes hasta inicios del siglo XX, se sentía así”.

El cielo, hogar de dioses

En la búsqueda de explicaciones para entender por qué había tal coincidencia entre civilizaciones tan lejanas, la primera idea que encuentra Schaefer es la fascinación y respeto que infundía el cielo como lugar donde habitaban los dioses o héroes.

“Si ves que pasa algo en el cielo, algo dramático como una caída de meteoros o un eclipse, eso sólo puede ser una señal del cielo, un mensaje de los dioses”, imagina Schaefer, poniéndose en el lugar de nuestros ancestros.

El hecho de que el cielo se oscureciera de repente no era buen agüero.

Eventos transitorios

En la historia de la astronomía de varias culturas hay una serie de fenómenos naturales que siempre fueron temidos: los cometas, los meteoros, los eclipses lunares y los eclipses solares.

Antes de la era moderna, estos cuatro fenómenos tenían algo en común: eran impredecibles.

Un eclipse total de sol era un fenómeno inesperado y no comprendido en su naturaleza, eso explica el temor que producía.

Adoración al Sol

Otro elemento que compartían las culturas ancestrales aunque fuera en distintos niveles era la adoración al Sol como si fuera un dios.

“Incluso en la cristiandad moderna, aunque no se diga mucho, tenemos parte de esa adoración, por cómo recibimos los solsticios o como relacionamos a Jesús con la luz”, señala Schaefer.

Un eclipse total de sol era como la muerte del dios o los dioses.

“Se interpretaba como el augurio de la muerte del rey, del emperador o incluso como el fin de la humanidad. En todas las sociedades alrededor del mundo, los eclipses y cometas eran los fenómenos más temidos”, indica el astrofísico.

Desde Babilonia hasta los aztecas

Para comprender el alcance de estas teorías, recordemos algunos ejemplos de cómo han reaccionado distintas civilizaciones a lo largo de la historia ante los eclipses totales de sol.

En Babilonia ocurrió el eclipse más antiguo que se ha logrado fechar con exactitud, el llamado eclipse de Babilonia.

“Se transformó el día en la noche el 26 del mes de Sivan, en el séptimo año del reino y hubo un fuego en medio del cielo”, narran las escrituras.

El eclipse se observó en el sur de Babilonia el 31 de julio del año 1062 a.C.

Una referencia de la Biblia, en el Apocalipsis, relaciona los eclipses de sol y de luna con los terremotos: ” Y vi, cuando abrió el sexto sello sobrevenir un gran terremoto, y el Sol se volvió negro como un tejido de crin, y la Luna toda ella se volvió de sangre” (Revelación vi:12).

En el sur de Asia, los eclipses dejaron variedad de leyendas y supersticiones en las que se interpretaba que el sol era devorado por dragones u otros monstruos.

En Grecia, los astrónomos fueron grandes observadores del fenómeno y eso ha dejado varios registros históricos.

En el clásico de Homero, “La Odisea”, hay una referencia a un eclipse, probablemente observado en el año 1178 a.C. en Itaca: “… y el Sol ha muerto en el cielo y una maligna niebla todo lo cubre”.

En la América precolombina también existen mitos y leyendas relativos al cosmos y los eclipses.

Los mayas y los aztecas dejaron narraciones sobre combates estelares entre dioses por obtener los mejores sitios en el universo.

Cuentan los historiadores que, para superar el miedo y combatir los malos espíritus, nuestros antepasados gritaban, usaban todo tipo de artefactos capaces de producir ruido o lanzaban flechas al cielo.

Más conocimiento, menos temor

La sociedad moderna en general se despojó de estos miedos, pero no ocurriría hasta comienzos del siglo XX.

Surgen entonces libros populares que explican el fenómeno, se empieza a enseñar en las escuelas y el eclipse ya no se ve como el fin del mundo, la muerte de un dios o de un rey. Esa conexión está rota.

Por un lado, ya se pueden predecir. Y por otro, se extiende el conocimiento general de lo que causa un eclipse.

“Si te paras a pensarlo, es sólo una sombra, y quién tiene miedo de una sombra“, plantea Schaefer.

“Una vez que tienes un evento predecible ya no supone la ruptura de la armonía de la naturaleza”.

Una vez lo entiendes, se pierde el miedo. Y crece el espectáculo.

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