MEXICO.- Arribé a León un lunes de Noviembre casi de madrugada y en ese momento me invadí de anticipación por los días venideros. Aunque dormí poco me levante temprano a caminar y entregarme de lleno a la experiencia del reencuentro. No es mi primera vez en León, pero siempre que regreso siento como si lo fuera. Y, esta es especial porque podre visitar León y Guanajuato, recorriendo y disfrutando de manera pausada sus plazas, museos, calles y callejones que son muchos (sobre todo en Guanajuato), y conocer más de su historia, su gente, sus tradiciones y disfrutar de su ¡rica comida!
Mientras camino por la Avenida López Mateos, me impregno a cada paso de lo que me rodea, de cada “buenos días”, con sonrisas expresivas en los rostros de la gente que me pasa al lado, y me pregunto ¿porque me fui de México? ¡Es un país tan hermoso! Su arquitectura, su clima, su historia, pero sobre todo su gente. Si el resto del mundo pudiera respirar lo que ahora respiro, si se vistieran el alma como yo ahora, de esta felicidad que me invade, México sería considerado el mejor país del mundo, y Guanajuato no solo sería el corazón del estado, pero del mundo.
Recapacito un poco en las razones que me arrancaron de esta tierra mágica y aplaco, con un dejo de nostalgia, su peso. Apago todo pensamiento y mi caminata por la López Mateos se convierte en trote cuando llego al boulevard Campestre, doblo a la derecha y sigo corriendo por el camellón central que está adornado con plantas y árboles. La gente que me pasa al lado sigue sonriendo y se me antoja abrazarlos a todos, pero solo regreso la sonrisa y de vez en cuando soy yo la que da los “buenos días”. Paso una fachada que parece una Iglesia y en su corona dice “Parque de la Vida” y más me anima a recórrelo. Pauso un poco, no quiero que termine pero sé que tengo que devolverme. Regreso a mi hotel apenas a tiempo para una ducha y para el desayuno con el resto del grupo, integrantes todos de prensa internacional. Este es un grupo diferente, no sé exactamente en qué, pero así lo siento. Aunque las edades son diversas, todos son alegres, deferentes y no tardo en sentirme entre amigos.
El basto y variado desayuno en el Holiday Inn Plaza Mayor, me previene para lo que será la experiencia gastronómica de los próximos 4 días y en ese momento me declaro impotente para resistir la tentación y acepto que, regresar a Dallas con unas libras de más (y no en la maleta), es un hecho.
La ocasión es especial. Hemos sido invitados a conocer los planes y un breve anticipo de lo que será la Feria Internacional de León, Guanajuato 2017, y de estas dos bellísimas ciudades, León y Guanajuato.
Nos trasladamos al corazón del estado, y desde el balcón del restaurante Tasca de la Paz, en la Plaza de la Paz, en Guanajuato, Guanajuato, se observa imponente el monumento al Pipila. Hombre de convicción gigante, dispuesto a ofrecer la vida en la batalla por liberar el Castillo de la Alhóndiga, de sus ocupantes invasores. A un costado, con espectacular majestuosidad, como incrustada en la montaña, se asoma una buena parte del edificio de la Universidad de Guanajuato, y a solo unos pasos abajo, la casa del Conde Ruel.
Visitamos el Museo-ex convento de los Monjes Dieguinos, el cual permaneció enterrado por más de doscientos años, después de una terrible inundación en 1760, que arraso con la ciudad colonial, destruyendo casi todos sus tesoros arquitectónicos de la época. Sobre sus ruinas, la ciudad se volvió a construir y sus habitantes lo hicieron por segunda vez, cuando el fenómeno se repitió en 1905. Estos hechos dieron origen a la ciudad ecléctica que es hoy Guanajuato. Una obra maestra que combina elementos de lo “antiguo con lo moderno” para crear algo único y original como es Guanajuato. Trabajos de rescate y restauración, en el Museo Dieguino, muestran lo que en sus tiempos de gloria albergo este edificio. En sus paredes hay rastros de pinturas, que según la leyenda, fueron hechas con sangre humana, lo cual obliga al espectador a pensar en cómo era la vida de esa época. Al costado del convento está el Teatro Juárez, imponente y de majestuosidad religiosa. Una quinceañera se abre paso entre la gente y apresura el paso por sus escalinatas, hasta llegar a la parte frontal del Teatro, espacio perfecto, de columnas altas, que perpetuara el momento en la foto de sus XV. Las calles y plazas están inundadas de niños y jóvenes, de familias, y se respiran un ambiente seguro y por demás placentero.
Continuamos sumergidos en el recorrido de calles, museos y edificios atiburrados de historia y leyendas. Pasamos por la casa de gobierno nacional que ocupo el Presidente Benito Juárez por dos meses, después de ser expulsado de la ciudad de México. En su fachada, como en muchas otras, hay una marca que indica hasta donde subió el agua, en una de las más terribles inundaciones que esta ciudad ha sufrido.
Nos trasladamos a la Boca Mina San Ramón, y mentalmente me ubico en una hacienda de la época colonial mientras un olor a jazmines me abraza el alma. Catamos cerveza acompañada de exquisitos chocolates preparados por el Chef chocolatero, Jonathan Martínez, quien es capaz de hacer chocolate con los sabores e ingredientes que a usted se le ocurran. Con la pasión propia de quien ama lo que hace, Martínez nos urge entusiasmado a distinguir los sabores, a descubrilos en cada mordida de chocolate, en cada sorbo de la degustación y celebra, casi con algarabía de niño, cuando alguien le da la descripción que espera. Es mi primera vez en catar cerveza y chocolate y confieso que me gusta. Alguien me regala un jazmín y en mi mente ya no está la nostalgia de la partida… ¡Me siento en casa!
El recorrido del Centro Histórico, la visita a la Mina Valenciana, y el Forum Cultural Guanajuato, en León, es una experiencia única de contrastes caprichosamente perfectos. Por algo es una de las áreas culturales más importantes de México. Conformado por el Museo de Arte e Historia de Guanajuato, el Teatro del Bicentenario, la Calzada de las Artes y el Auditorio Mateo Herrera, que ofrecen de manera permanente eventos artísticos y culturales, conjuntamente ponen a este glorioso estado como un centro cultural de talla internacional. Entre recorrido y recorrido, no cesan las paradas para disfrutar de la gastronomía que estas bellas ciudades ofrecen, y cada vez digo “no más” pero estoy mintiendo.
Visitamos las instalaciones de La Feria León 2017, que estará en su esplendor del 13 de enero al 7 de febrero. Miles de personas, procedentes de todas partes del país y del mundo se darán cita para disfrutar de este magnífico evento de fama nacional e internacional. El parque tiene capacidad para dar la bienvenida a 300 mil personas cada día. Sus instalaciones modernas cuentan con los servicios para cubrir esta demanda y se espera que visitantes locales, nacionales e internacionales, disfruten de shows espectaculares a precios accesibles que, de otra manera seria difícil para muchos, poder costear. Con un precio de $11.00 pesos por persona, (menos de .60c de dólar), el visitante disfrutara de programas de teatro, música y baile al aire libre, todos ellos de renombre internacional y aptos para la familia, como Foro Voca, Foro Acua, Foro Arlequin y muchos más.
La mayoría de estos programas incluyendo exposiciones ganaderas, artesanales y artísticas están incluidas en el precio de admisión. Otros como El Palenque, para los aficionados a pelea de gallos, y conciertos de artistas de la talla de Alejandro Fernández, el “Potrillo” y otros, tienen costo adicional, pero siempre más accesible que si se vieran por fuera. “La Feria de las Sonrisas” se le llama a este magno evento, aunque el calificativo le corresponde a la ciudad entera, porque a cada paso que dé encontrara un motivo para sonreír. Así fueron mis días durante mi visita a León y Guanajuato, intoxicantés de sonrisas y risas, y maravillada de la belleza de nuestros tesoros gastronómicos, artesanales e históricos. Pero sobre todo acogida por lo afable de su gente. Fue una visita más a casa. ¡Una visita más en familia!
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