Armas más intolerancia generan casi siempre dolor, muerte y terror

Por Arnoby Betancourt

Las sociedades tienen que fomentar la tolerancia como principal valor de convivencia y los Estados deben regular el uso y tenencia de las armas, sólo así podemos evitar crímenes por odio de carácter xenofóbicos, homofóbicos y por la estúpida intolerancia.

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ARNOBY BETANCOURT
Director de la
Escuela Comunitaria de Derechos Humanos de Texas

¿Vale la pena matar a alguien porque no nos cede el paso? ¿Vale  matar por un asiento? ¿Vale matar a alguien porque es homosexual? ¿Vale matar a alguien porque piensa diferente? ¿Vale matar a alguien por sus creencias teológicas o filosóficas? ¿Vale matar porque alguien tiene gustos o preferencias diferentes? ¿Vale matar a alguien porque no le queremos? La respuesta es no. Matar nunca se justifica.

Las legislaciones penales consagran excepciones si es en un caso de legítima defensa y en el marco de las guerras, las que no deberían existir. Matar por intolerancia es absurdo y repudiable. Los homofóbicos, los xenofóbicos y los que tienen el odio en su corazón actúan como irracionales que no miden consecuencias y en su fanatismo no les importa morir o generar daños colaterales.
Es el caso sucedido en la semana, en el North Express Way del 75, por la vía de sentido Norte-Sur, a la altura de la Arapaho, cuando un intolerante conductor no soporto el trafico congestionado y ante quien, al parecer, no le dio la vía, no vacilo en tomar su arma de fuego para disparar a otro conductor, que mal herido alcanzo a transitar unas pocas millas hasta que falleció, casi llegando a la Spring Valley.
La abundancia de los crímenes de intolerancia no es casual, sino una anomalía derivada de circunstancias históricas, problemas sociales no resueltos, discursos y prédicas ideológicas que deforman realidades, consagran las desigualdades y cultivan un individualismo que conduce a ignorar o demeritar el papel de las instituciones públicas, entre ellas, aquellas que proveen seguridad y aseguran el orden.
La sociedad estadounidense, que tan brillantemente estableció derechos, libertades y oportunidades, falla al no fijar límites racionales, sin los cuales las leyes y las convicciones pierden eficacia, dando lugar a ideas y prácticas, que como un boomerang golpean lo que pretenden defender. Un gobernante que azuza al xenófobo e insulta a sus gobernados promoviendo leyes anticiviles y luego manda mensajes de convivencia y armonía o un pastor que usa el púlpito para promover la violencia homofóbica y a tenor con ello, reivindica la libertad de expresión y de cultos; subvierte, deforma y caricaturiza los valores sagrados constitucionales.
Las personas debemos volvernos tolerantes, fomentar la convivencia social y aceptar a las personas como son, todos somos importantes aunque no seamos imprescindibles. Todos tenemos derecho a la vida y a escoger la forma de vivir, sin afectar a los demás.
Las sociedades tienen que fomentar la tolerancia como principal valor de convivencia y los Estados deben regular el uso y tenencia de las armas, sólo así podemos evitar crímenes por odio de carácter xenofóbicos, homofóbicos y por la estúpida intolerancia.
El hecho de que en épocas tempranas, la esclavitud en Estados Unidos, que era un problema económico, social y humanitario de enormes proporciones, no fuera considerado en la Declaración de Independencia ni en la Constitución, permitió que el fenómeno creciera hasta formar parte de las causas que originaron la Guerra de Secesión (1861-1865); y la segregación racial, motivó la lucha por los derechos civiles y hoy está presente en las causales de un gran número de los delitos de intolerancia que se comenten en la Unión Americana.
No obstante, la falta de resultados concluyentes en la lucha contra el racismo en Estados Unidos, no puede desconocerse el empeño que ha conducido a la entronización de tres Enmiendas a la Constitución (13º, 14º y 15º), varias leyes federales, entre ellas la Ley de Derechos Civiles, la Ley de “Prevención de Delitos por Odio Matthew Shepard”, y decenas de disposiciones estatales y locales que penalizan las actitudes racistas y discriminatorias.
El hecho de que los fundadores de Estados Unidos vivieran dispersos y aislados en inmensos territorios, donde eran asediados por enormes peligros, y estuvieran obligados a garantizar por ellos mismos y con sus propias armas su seguridad, explica que más de doscientos años atrás inscribieran en la Constitución el derecho a poseerlas.
Ello no significa que se trate de una necesidad vigente por toda la eternidad, ni que sea preciso ejercerla del modo como ahora se hace. Si bien es cierto que la Segunda Enmienda a la Constitución establece el derecho a poseer armas, también lo es que se trata de un documento jurídico, una obra humana condicionada por circunstancias específicas y no parte de las Sagradas Escrituras.
Estados Unidos no es el único país del mundo donde existen racistas e intolerantes capaces de matar por odio, pero no en todos los países tales sujetos pueden comprar libremente rifles y pistolas, que los convierten en exterminadores. Si bien el odio motiva a ciertos individuos a actuaciones violentas, tales sentimientos no los hace mortíferos, cosa que sí logran las armas de fuego.
arnoby@elhispanonews.com

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