MEXICO.- Sus compañeros corrieron hacia la camioneta cuando escucharon el disparo… Al llegar, vieron su cuerpo desvanecido sobre el asiento e intentaron brindarle los primeros auxilios. Fue inútil. El soldado de infantería se había quitado la vida con su arma de cargo la tarde de ese miércoles, en un puesto de control en Matamoros, Coahuila.
Aurelio Arcos López tenía pocas semanas de haber llegado para apoyar el Operativo Laguna para combatir a los cárteles de Sinaloa y Los Zetas. Apenas si rondaba los 26 años ese 16 de octubre de 2013. Las causas que lo llevaron a quitarse la vida se desconocen.
A más de 10 años de que los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) se integraron a las labores de seguridad y lucha contra el narcotráfico en México, se ha documentado que esas actividades les han sumado experiencias de mucha presión al ser actores y testigos de infinidad de hechos violentos que les genera estrés postraumático.
Las funciones que se les han encargado desde entonces son policiales y no militares.
Son funciones que no les competen ni son de su atribución, señala Martín Gabriel Barrón Cruz, especialista en temas de seguridad e investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Aunado a esto, señala Barrón Cruz, enfrentan “una serie de problemas que incluye los ritmos de trabajo con horarios inadecuados de 24 por 24 por 24… O sea: no hay descanso”.
También el ámbito familiar de los elementos se ha visto deteriorado. Gloria López Santiago, sicóloga criminal y forense, destaca que estos horarios les ocasionan un estrés laboral y el distanciamiento de sus familias, “muchos tienen problemas de separaciones, divorcios o no hay contacto con los hijos”.
A esto hay que agregarle la situación de estar en combate constante y la sensación de desamparo, señala Gustavo Fondevila, especialista en seguridad y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). A decir de los expertos, estos factores, entre otros, los han afectado de manera emocional y pueden derivar en padecimientos como depresión y ansiedad.
Un daño colateral de la guerra contra el narco puede observarse en los 110 militares de la Sedena que se suicidaron [5 del sexo femenino y 105 masculino] del 1 de diciembre de 2006 al 31 de diciembre de 2016, en donde la Ciudad de México, Estado de México y Guerrero están a la cabeza, con 46 suicidios, de acuerdo con varias solicitudes de información obtenidas vía Transparencia en poder de El Universal.
En 2006 ningún soldado se quitó la vida, y, tras anunciarse el inicio de la guerra contra los cárteles de la droga, se mantiene un ritmo promedio de 11 suicidios al año, salvo en 2012, cuando 19 castrenses se suicidaron: 2006 con 0; 2007 con 15; 2008 con 10; 2009 con 14; 2010 con 15; 2011 con 17; 2012 con 19; 2013 con 15; 2014 con 2; 2015 con 1; 2016 con 2.
Si bien no se puede afirmar que todos los suicidios tengan que ver con las tareas de lucha contra el crimen organizado, la información de la dependencia a cargo del general Salvador Cienfuegos Zepeda, muestra los grados militares de quienes se privaron de la vida.
automovilísticos, accidentes aéreos y con armas de fuego.
Es decir, si se toma en cuenta esta lista, los suicidios —en un periodo menor—, representan 21.78% de las bajas del Ejército.
Aunque un recuento de la dependencia muestra que 38 se suicidaron “encontrándose en actos del servicio”. Mientras que 72 de ellos lo hicieron “en actos fuera del servicio”, de acuerdo con los datos obtenidos por El Universal.
La respuesta al hecho de que se den más suicidios en “actos fuera del servicio”, es decir, fuera de su horario laboral, responde a que “evidentemente en condiciones de cierto reposo, los recuerdos y las experiencias traumáticas de los elementos del Éjército son más comunes que cuando están en labores de despliegue”, señala Javier Oliva, profesor de la UNAM y especialista en temas de seguridad nacional.
Reynaldo@elhispanonews.com
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