El legado de Barack Obama

Por Claudia Herrmann

Obama tuvo la oportunidad de hacer que los putrimillonarios bursatilines de Wall Street rindieran cuentas y asumieran su responsabilidad por la debacle financiera y recesión mundial de 2008.

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Claudia Herrmann
Presidente de la
Asociación de
Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas

Ha llegado el fin de la presidencia de Barack Obama. En una escasa semana, la Casa Blanca tendrá un nuevo inquilino. Un inquilino que ha jurado desmantelar el legado de su predecesor tan pronto como termine de protestar el fiel desempeño de su cargo. Hace ocho años Estados Unidos y de hecho el mundo entero celebraron la llegada del primer presidente afroamericano, como una gran señal del avance hacia la igualdad racial en este país.  Hoy algunos sectores se regocijan ante la llegada de un presidente anglosajón mendaz y racista.

Viendo en retrospectiva los pasados ocho años, sin lugar a dudas podemos afirmar que se requiere de mucho más que tener una piel oscura para aspirar a la grandeza. Obama desperdició mucho capital político y oportunidades para mejorar las condiciones de vida de millones de ciudadanos. No en balde fue designado como “deportador en jefe”: 2.5 millones de inmigrantes retornados a sus países de origen no contribuyen a forjar un gran legado. Su obra maestra, el seguro médico asequible “Obamacare” es lo primero que la nueva administración trabajará en desmantelar. De tal suerte, más de veinte millones de seres humanos se quedarán sin seguro médico y sin posibilidades de pagar los prohibitivos costos médicos que cobran las instituciones médicas. Interesantemente, esta ley está modelada en ideas provenientes del republicano Mitt Romney.

El respiro que Obama ofreció a los estudiantes y profesionistas indocumentados que fueron traídos a este país siendo niños o jóvenes con su programa de acción diferida será eliminado de un plumazo, habida cuenta que el programa proviene de una orden ejecutiva y no de una ley. Parece una certeza que la misma suerte correrá la orden ejecutiva sobre el ducto petrolero de Dakota. Obama dio marcha atrás a una prohibición para fondear clínicas que ofrecen servicioa de aborto, misma que fue restaurada por George W Bush, revocada por Bill Clinton y creada por Ronald Reagan. Es muy probable que la nueva administración vuelva a restaurar dicha prohibición.

Los primeros cuatro años de la presidencia de Obama me dieron la impresión de que un neófito había llegado al puesto. Vaivenes e inacción marcaron su primer cuatrienio. Su impericia en materia de política exterior quedó de manifiesto al no matar en su cuna al grupo terrorista ISIS. El resultado es que numerosos países ahora tienen que enfrentar a un enemigo elusivo, fuerte en números y casi imposible de aniquilar.

Obama tuvo la oportunidad de hacer que los putrimillonarios bursatilines de Wall Street rindieran cuentas y asumieran su responsabilidad por la debacle financiera y recesión mundial de 2008. En lugar de acabar procesados y enjuiciados, recibieron fondos y apoyos federales.

Donald Trump ciertamente no es el primero ni el único que intentará y tal vez logre destruir el legado de su predecesor. Thomas Jefferson tuvo una visión de estado diametralmente opuesta a la de John Adams, quien lo precedió. Lo mismo se puede decir de Andrew Jackson (dueño de esclavos) y su predecesor John Quincy Adams (abolicionista).

Richard Nixon intentó desmantelar la Gran Sociedad que fue visión de Lyndon Johnson, pero cayó en la cuenta de que el costo político sería demasiado alto. Le podría suceder lo mismo a Donald Trump. Al igual que otros antes que él, podrá percatarse que a veces es difícil abandonar el pragmatismo en aras de una ideología (o una compilación de ideas absurdas). Ciertamente sabremos más en los primeros cien días de la nueva administración.

Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org

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