Nuestros ancestros sostienen la vida; el potencial de la fuerza latina

Por Arnoby Betancourt

Conferencia de Andres Morales Lozano en la ciudad de Dallas.

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Dallas, Texas. Andrés Morales Lozano, nuestro columnista invitado, es un humanista con profundas convicciones del valor del Ser. Es el fundador y director de la “Fundación Siembra”, una organización internacional dedicada al desarrollo de principios de la salud que promueven la superación personal y el mejoramiento de la calidad de vida. 

Gracias a su liderazgo en este campo, él ha logrado transformar modelos educativos trabajando con maestros y psicólogos de alumnos entre los 3 y 15 años de edad, convirtiendo el sistema educativo en un esquema más holístico y centrado en el ser humano.
Hace dos semanas fue orador en la conferencia Nacional de la Asociación de Educadores Bilingües, NABE – Dallas 2017, donde su disertación trato sobre su trabajo en Latinoamérica, ya que éste ha impactado favorablemente a varias comunidades minoritarias y a poblaciones con necesidades especiales, ayudándoles a resurgir con gran confianza en sí mismos, elevándoles su autoestima y creando conciencia sobre la responsabilidad necesaria para alcanzar el éxito.
Aquí su mensaje:
“Hemos llegado de diversos territorios del continente latinoamericano, buscando. Cada persona, cada familia con intereses diferentes pero con un objetivo común, la realización de anhelos reflejado en estabilidad económica. Para lograrlo nos sometemos a una cultura que dejó de ser cultura, un sistema en el que se nos considera piezas fácilmente reemplazables. Cargamos en nuestras espaldas el peso de una nación que se sostiene de nuestro trabajo, nuestro esfuerzo y dedicación.
Día a día nos cruzamos en acciones cotidianas unos con otros, nos miramos a los ojos, nos comunicamos, sentimos que hay latente una unión invisible, una hermandad.
Nosotros, gente latina, tenemos hermosas costumbres que nos han legado nuestros abuelos, nuestros ancestros. Costumbres que al reconocerles y practicarles en estos tiempos, permitirán la transformación de la raza humana, una definitiva evolución y liberación.
Relatan sabiamente los pueblos indígenas una profecía que se vislumbra en tiempos presentes. La historia del águila y el cóndor. Cuentan que en el principio fuimos un solo pueblo, una única raza.
El gran espíritu creo el sol, el águila, el razonamiento; por otra parte creo la luna, el cóndor, la intuición. Ambos en su magnífico poder se reunieron en un solo pueblo que se ubicó en el centro.
Más tarde, los problemas surgieron, los conflictos que traen el egoísmo, las ansias de superioridad y la ignorancia, quebraron esta hermandad en dos grandes grupos. La nación del águila, caracterizada por el desarrollo del razonamiento, del intelecto, tomó su rumbo hacia tierras del norte, lo que conocemos como occidente.
Este pueblo se especializó en el perfeccionamiento de diferentes ciencias y tecnologías, otorgándole asombrosa expansión a sus mentes. Sin embargo, la riqueza material que esto trajo, cercó sus vidas, generando grandes vacíos espirituales.
El pueblo del cóndor, gentes del corazón, del espíritu, de la intuición y profunda conexión con el mundo natural, se asentó en las tierras del sur, pueblos indígenas latinoamericanos.
Allí se desarrolló un gran conocimiento de los ciclos de la tierra, se integraron como uno solo al mundo vegetal y animal, establecieron maravillosas conexiones con los astros.
Sin embargo, no supieron cómo desenvolverse satisfactoriamente en el mundo material del águila, con quien se sintió en franca desventaja. Allí se expuso su mayor riesgo, la incapacidad de interactuar con el mundo material puso en peligro su existencia.
Ni las águilas, ni los cóndores podrán sobrevivir solos, es necesaria la alquimia de una colaboración mutua. Relata la profecía que el día en que el águila, pueblos del norte, occidentales, y el cóndor, pueblos del sur, vuelen juntos otra vez, ala con ala, llegará el despertar de la conciencia humana, el mundo encontrará de nuevo su equilibrio.
Nuestro momento es ahora, pongamos en práctica nuestras tradiciones, sintámonos un solo pueblo, rescatemos los valores que nuestros ancestros nos enseñaron. En nuestras manos está la unión, la hermandad.
Reconozcamos el valioso conocimiento de las plantas para sanar enfermedades, la gratificante unión de familia en torno a la cocina, aquello de lo mío es tuyo y lo tuyo mío.
La única forma de abandonar la incertidumbre y el miedo es el amor, sentir que somos uno. Apoyémonos unos a otros reconociendo las maravillosas cualidades que se nos han otorgado, manifestemos la alegría de vivir en cada acto cotidiano”.
arnoby@elhispanonews.com

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