Dallas, Texas. Un elemento que ha tenido relevancia ante el nuevo inquilino presidencial de la Casa Blanca, es el Talante Presidencial. La serenidad, la ecuanimidad y la cabeza fría que debe tener un estadista, riñe con la emotividad y la ordinariedad que impera en el Estados Unidos de hoy. Un gobernante debe marcar una línea de comportamiento ajena al descontrol, la impetuosidad y la explosión volcánica que a menudo aparecen en las reacciones de los hombres de Estado frente a las crisis.
Porque la reflexión atribuida a Napoleón según la cual “el corazón de un estadista debe estar en su cabeza” no es hoy de común ocurrencia a la hora de tomar decisiones cruciales en momentos críticos de la vida de los pueblos. Dentro de esa misma línea, el legado del anterior presidente al conformar su equipo de gobierno, salvo alguna excepción, fue muy similar a la conducta de Abraham Lincoln cuando llamó a sus mayores adversarios a ser parte de su gobierno y constituir un “equipo de rivales” que llevó a que los historiadores hayan calificado esa presidencia como la más importante de la historia de Estados Unidos.
En un reciente libro de Alvin Felzenberg sobre la evaluación de los presidentes de EE.UU., se demuestra que se necesita una gran seguridad y confianza en sí mismo para convocar a los mejores, aun con capacidad intelectual y experiencia superior a la del propio líder, así vengan de otras orillas políticas, con el único propósito de enfrentar las coyunturas más difíciles como las que se viven hoy a nivel global.
El camino alternativo consiste en rodearse no de avezados consejeros con luz propia, sino de áulicos implementadores o de acólitos incapaces de expresar una opinión distinta a aquella del líder máximo. Los resultados de esto último implican un costo muy alto para la institucionalidad, que termina instrumentalizada por la voluntad única del Jefe.
El temperamento presidencial marca no sólo un estilo de gobierno, sino que deja huella indeleble en las instituciones políticas. Está sin duda asociado al carácter del gobernante de turno, que a veces se trata de confundir con la capacidad de burlar la ley, aplastar a sus detractores, humillar y sembrar el pánico en su propio equipo.
Del presidente Eisenhower se solía decir que si estaba vestido con un traje marrón, había que procurar desaparecer al encontrárselo. El preferir “ser más temido que amado” ha sido pauta de conducta de más de un dictador tropical con ínfulas de discípulo de Maquiavelo. Allí, los frenos y contrapesos del Estado de Derecho son las primeras víctimas, pues ya sugería Nixon antes de Watergate que lo que un presidente ordene hacer, no puede ser ilegal.
Barack Obama, por su talante, es hoy más recordado de lo imaginado. Así se puede denotar ante lo que está aconteciendo con una carta recibida por un nuevo ciudadano estadounidense, un inmigrante de origen inglés, que al recibir su carta de bienvenida del Presidente de los Estados Unidos, se llevó la sorpresa de que la misiva no estaba firmada por el mandatario Donald Trump, pues la misiva terminaba con un “Sinceramente, Barack Obama“.
“Mi esposo británico toma hoy su juramento de ciudadanía. En el paquete para los nuevos estadounidenses, la carta de bienvenida de POTUS (President Of The United States) es de Obama”, escribió la columnista del “ST Luis Post-Dispatch”, Aisha Sultan, quien compartió la misiva en su cuenta de Twitter. La publicación ha tenido más de 220,000 reacciones en redes sociales, desde “me gusta” hasta respuestas y retuits.
“Es un honor felicitarte porque te has hecho ciudadano de los Estados Unidos de América. Tú representas la promesa del Sueño Americano y, debido a tu determinación, es que esta nación es tu nación”, comienza la misiva. Y concluye: “Te abrazamos como nuevo ciudadano de nuestra tierra, y te damos la bienvenida a la familia estadounidense”. Algunos usuarios en redes sociales criticaron que se compartiera la carta y otros la utilizaron para expresar su apoyo a Obama.
arnoby@elhispanonews.com
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