Fortaleciendo la Fe y recibiendo buena y oportuna información es el camino correcto.
Los aciagos momentos que viven los inmigrantes no ciudadanos en Estados Unidos están generando un pánico social no acorde con el rol liberal, inmigrante y progresista institucionalizado desde 1787, y que pregonan con orgullo millones de estadounidenses. Sus instituciones sociales son las que verdaderamente reflejan los vínculos del país con la comunidad internacional.
Por citar un ejemplo, el sistema de universidades de EE.UU. el más grande del mundo, con un alto grado de independencia, ha sido el promotor de la movilidad y formación de millones de estudiantes internacionales que se han convertido en agentes de difusión de conocimiento, cultura, ciencia y tecnología.
Sin una clara excepción, las universidades estadounidenses promueven activamente el respeto por la diversidad ideológica, de género y de etnias. Este intercambio está lejos de la caracterización barata, trivial e injusta que a veces se escucha por ahí: “una sociedad consumista e individualista”.
Tal proyecto inmenso de humanismo no sería posible sin el respaldo mayoritario de los ciudadanos norteamericanos que, por encima de las amenazas, defienden y se sienten orgullosos de su naturaleza de país diverso y de inmigrantes. Emotivas las protestas en algunos aeropuertos ante la orden ejecutiva, y no menos impactante la multitudinaria marcha de mujeres en 670 ciudades de EE.UU. y del mundo.
Las protestas parecerán idealistas, pero son el tipo de resistencia civil que restringe a los gobernantes sin que se pierda la legitimidad de los reclamos. Es importante que los medios de comunicación cuenten las historias de lo que ocurre a nivel de las comunidades en este momento de transición; que hablen de la gente estadounidense, sus profesores, sus artistas, sus activistas y sus bases comunitarias “grassroots”, en lugar de ceder ante los escándalos, las generalizaciones negativas y la tentación de amplificar la incertidumbre creada por el nuevo gobierno. Quizás pienso con el deseo, pero estoy seguro de que la mayoría de los norteamericanos mostrarán una vez más la grandeza de su pueblo.
Es la hora de vivir en “comunión”, unión de todos, y esa comunión se consigue con una fe fortalecida y sintiéndonos todos hermanos, compartiendo con los que nos necesitan. Como en la iglesia primitiva, recibiendo las enseñanzas y las recomendaciones sobre cómo defender y ejercer los derechos fundamentales del ser humano ante la arbitrariedad.
Los cristianos de las primeras comunidades eran conscientes de que el evangelio era una buena noticia y había que predicarla; así mismo, hoy podemos predicar que existe constitucionalmente una sociedad estadounidense que respeta los derechos civiles y las garantías procesales a cualquier persona sin distinción de raza o credo religioso, que la facultad de discrecionalidad de un servidor público o de un oficial de inmigración no equivale a una facultad para ser arbitrario y para abusar de su autoridad.
“Dadme tus cansados, tus pobres, tus masas amontonadas gimiendo por respirar libres, los despreciados de tus congestionadas costas. Enviadme a estos, los desposeídos, basura de la tempestad”. Ese fragmento del famoso poema “El Nuevo Coloso”, de Emma Lazarus, se lee en la placa que está en el pedestal de la Estatua de la Libertad, símbolo de Nueva York, la puerta de entrada para millones de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos buscando el sueño americano.
Casi simultáneamente, el gobierno canadiense anunciaba que ofrecerá residencia temporal a quienes hayan quedado varados en el país por el veto del magnate. ¿Y quién fue el encargado de hacer ese anuncio? El ministro de inmigración, Ahmed Hussen, quien llegó al país como refugiado procedente de Somalia.
Mientras los hombres blancos predominan en el equipo de gobierno de Trump con el primer gabinete que no incluye un hispano en 30 años, el carismático primer ministro canadiense Justin Trudeau, exhibe el rostro progresista de su país con un gabinete diverso e incluyente, ya que la diversidad cultural es una de las señas de identidad de Canadá.
“Amaréis, pues, al extranjero; porque tu Dios también fue extranjero”
arnoby@elhispanonews.com
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