Votaciones

Por Claudia Herrmann

Votaciones el próximo 8 de noviembre.

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El día de hoy finalmente pude ir a la casilla electoral más cercana a mi domicilio para acudir a la votación temprana. El recinto es una biblioteca pública en la ciudad de McKinney, en el condado de Collin. Tiene un amplio estacionamiento rodeado de pastizales. Este día el estacionamiento estaba lleno, pero tuve la buena suerte de encontrar un lugar inmediatamente.

Afuera de la biblioteca se extendía una larga cola de personas dispuestas a cumplir con su derecho y obligación ciudadana. La cola avanzaba rápidamente. A pesar de estar en plena temporada otoñal, el calor de medio día era moderadamente molesto, de modo que fue un alivio ver que los bien entrenados funcionarios de casilla procesaron rápidamente los documentos de los votantes y los dirigen a las numerosas máquinas electorales. De tal suerte, la cola se movió con celeridad.

El norte del condado de Collin, particularmente la ciudad de McKinney es primordialmente anglosajón. Este segmento representa el 74% de la población, los hispanos el 18%, los afroamericanos componen el porcentaje restante de la población. En esta área virtualmente no hay asiático-americanos. En el pequeño muestreo empírico que realicé en el momento en que fui a votar, de un centenar de personas que nos encontrábamos en la biblioteca, había tres parejas afroamericanas que acudieron con sus pequeños hijos, y yo era la única hispana. Los demás eran anglosajones. “A ojo de buen cubero” (como reza el dicho mexicano), calculé la edad promedio de los votantes en 45 años. Ciertamente había parejas jóvenes con niños en carriolas, pero éramos más los que ya teníamos juventud acumulada.

No se percibía un ambiente de júbilo. La gente hablaba cuchicheando o en voz muy baja. Una señora que llegó reconoció a otra formada en la cola y se acercó a darle un efusivo saludo culminado con un fuerte abrazo. Pero nadie parecía tener interés en conocer a su vecino de cola, a entablar una conversación, así fuera de banalidades. Al ser la mayoría anglosajones, parecía que dieron por hecho que su voto sería uniforme: todos votarían por el mismo candidato y el mismo partido. Tal vez las adustas expresiones decían que veían este ejercicio ciudadano como un mal necesario, una obligación no gozosa, con una actitud de darle prisa al mal paso.

Al entrar en el atrio de la biblioteca, una funcionaria indicó a todos los que entramos que deberíamos tener a la mano nuestra tarjeta electoral azul y una identificación. En la primera mesa un amable señor me indicó que le diera mi tarjeta e identificación, y también me amonestó de guardar en el bolso mi teléfono celular que estaba en mi mano. Recordé que el cantante Justin Timberlake causó un revuelo mediático por tomarse un selfie en una casilla electoral en Tennessee y se enfrenta a una posible multa y acción penal por ello. Guardé mi celular y en la segunda mesa una funcionaria con una expresión de hastío en su rostro registró mis datos en una computadora y procedió a imprimir mi nombre con datos en una etiqueta, la colocó en un libro de registro electoral, en donde me instruyó colocar mi firma. Hecho lo cual, otro funcionario me entregó mi tarjeta electoral. Es un plástico que parece una tarjeta de crédito de color blanco salvo por el indicativo de que es una tarjeta de acceso al voto y un microchip de seguridad. Con ello me indicó que me dirigiera a las máquinas electrónicas de votación. Las máquinas tienen unas pequeñas pantallas metálicas en los costados. De haberlo deseado, hubiese podido ver cómo votó mi vecino, y viceversa. No hay mucho lugar para la privacidad. Tal vez las autoridades electorales piensan que no es indispensable. Las máquinas tienen pantallas táctiles como las de los cajeros automáticos, y una vez insertada la tarjeta, el sistema permite votar por bloque republicano o demócrata, o por candidatos individuales. Es decir el elector tiene la opción de votar por la totalidad de los candidatos provenientes del partido de su preferencia o bien votar por candidato o candidata y por cada puesto. Para varios puestos tales como jueces del condado vi que sólo había un candidato o candidata (republicanos). Los demócratas ni siquiera se habían molestado en postular a sus candidatos.

Cumplida mi obligación ciudadana, me retiré y como el resto del país, quedo a la expectativa de lo que sucederá el martes 8 de noviembre. Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas,
cherrmann@amepusa.org

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