Si bien no me sorprende si me ha puesto en estado de shock la recientemente publicada encuesta a 28,000 estudiantes mujeres de la Universidad de Texas en 13 campus, que revela que un escandaloso 15 por ciento de ellas afirma haber sido víctimas de violación, mientras que 13 por ciento de las mujeres graduadas y profesionales en el campus reportan haber sido víctimas de un crudo hostigamiento sexual por parte del personal administrativo o profesores. En el campus de Austin, un raquítico 6 por ciento reportó la violación a las autoridades universitarias.
Ello apunta preocupantemente hacia una cultura de violencia sexual en contra de las mujeres en los campus de esta universidad, agravada por la inacción, permisividad, silencio, tolerancia y por ende de impunidad por parte de las autoridades universitarias.
Lo que sucede en esta universidad es un reflejo de la actitud de algunos sectores de nuestra sociedad: el culpar a las víctimas por vestir con atuendos “provocativos”, por incitar a los hombres al beber demasiado alcohol en las fiestas. Las víctimas no nada más son victimizadas por la agresión sexual de los perpetradores (en su gran mayoría hombres), sino además son victimizadas por las instituciones que ostensiblemente deben velar por su seguridad, cuando éstas invitan a la tolerancia tácita del delito al intentar ocultar los hechos. Son victimizadas de nueva cuenta cuando sus pares o las propias autoridades universitarias minimizan la gravedad del delito y las ridiculizan. Son victimizadas una vez más cuando no pueden hablar del agravio por temor al escarnio y represalias por parte de familiares y amistades.
El Centro para el Control de Enfermedades reporta que el 18.3 por ciento de las mujeres (es decir una de cada cinco) ha sido violada alguna vez en su vida; una de cada 20 ha sido víctima de violencia sexual y 13 por ciento ha experimentado coerción sexual.
La violencia hacia las mujeres no solamente se presenta en el ámbito sexual. A lo largo y ancho del mundo las mujeres son víctimas de nefandos agravios, que van desde la negación de sus derechos reproductivos, la acotación de su libertad de movimiento (como la prohibición de manejar un vehículo en Arabia Saudita), la mutilación de sus órganos sexuales (en algunas partes de África), su asesinato por medio del apedreamiento o golpizas (casos en Afganistán), desapariciones forzadas y asesinatos (casos en México y Honduras), el verse forzadas a trabajar por salarios menores a los de los hombres cuando el trabajo es equivalente. Por si la violencia de género no fuera un ultraje inaceptable, éste es exacerbado por la impunidad de los crímenes cometidos en contra de las mujeres.
El ataque a las mujeres proviene de normas socialmente aceptadas que prescriben los roles de hombres y mujeres en la sociedad. Se manifiestan en restricciones y limitaciones de libertades, opciones y oportunidades de las mujeres. Son inequidades que aumentan el riesgo de abuso, relaciones violentas y explotación, muchas veces debido a la dependencia económica, limitadas formas de sobrevivencia y opciones de obtener ingresos, o por la discriminación ante la ley.
La violencia de género refuerza la idea de que los hombres gozan de una más elevada posición en la sociedad y agrava las múltiples disparidades existentes entre mujeres y hombres. Como sociedad, debemos comenzar por reconocer que la violación de los derechos de las mujeres es una violación de los derechos humanos (Hillary Clinton dixit). Legalmente se requiere de la aplicación más estricta de las penas contenidas en los códigos penales por la comisión de delitos como la violación o el hostigamiento sexual y reforzar las legislaciones penales cuando la violencia de género no sea suficientemente sancionada. En las sociedades del mundo es imperativo cambiar el paradigma de que la violencia de género y la colocación de la mujer en un plano inferior son algo socialmente aceptable. Ello debe comenzar en el hogar y luego debe trascender al resto de los ámbitos sociales.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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