La respuesta de “unidad” de las fuerzas políticas al llamado del Presidente Enrique Peña Nieto, deberá traducirse en una reingeniería institucional para empoderar a nuestros connacionales allá y hacer exitosos a sus familiares acá. Crear el Instituto Nacional de Políticas de Atención a Mexicanos en el Exterior y sus familiares en México, promesa incumplida en campaña de EPN, seria la inequívoca señal de asumir que nuestro país es una Nación Trasnacional, cuya debilidad estructural es estar dividido. Y no asumir que la responsabilidad es nuestra. Hay que aprender de estas lecciones:
1.- El riesgo de simular y no actuar. Dos renuncias acaban de ser puestas sobre la mesa: la de Eunice Rendón Cárdenas, al Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME) y la de María Eugenia Casar a la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid). Ambos casos relacionados con los dineros que recibe Josefina Vázquez Mota, a través del programa Juntos Podemos, tiene furiosos a los cónsules mexicanos y a buena parte del sector diplomático de nuestro país.
2.- Lentitud e improvisación. Sabiendo que la relación con EU es de un territorio desconocido como lo público el Ex Embajador Eduardo Medina Mora, tras su salida contradictoriamente la Embajada quedo acéfala. Llegó Miguel Basáñez para apoyar la ciudadanización y el registro del voto de los connacionales y conectar con la red de inteligencia de talentos mexicanos; la canciller Ruiz Massieu quien tenía seis meses lo relevó junto con 35 cónsules, para implementar una estrategia de imagen y relaciones públicas en EU. Contrató a la agencia Burson Marsteller, donde laboró el ex director de Imagen de la Presidencia de la Republica Paulo Carreño King, actual Subsecretario para América del Norte. Se abandonó la tesis del predecesor Sergio Martínez Alcocer de influir en los centros de investigación en EU para revalorar la importancia geopolítica de México en el vecindario y movilizar el entusiasmo de los Millenias.
3.- Elegir la indecisión. Durante 9 meses de ataques de Trump colocó a nuestro país como centro de su discurso ante el silencio del Gobierno. Para los Trumpianos , México y los mexicanos indocumentados constituyen un serio impedimento económico, legal y social para recuperar la supuesta “grandeza norteamericana” perdida. La animadversión a nuestro país no es nueva, las ordenanzas estatales anti- inmigrantes son añejas. El extremo fue la publicación de Ana Coulter quien en 2014 propuso inspirada por la relación Israel- Palestina, bombardear a México para detener la invasión de indocumentados (Proceso, agosto 12, 2014).
4.- Estrategia errática.- Si la operación de la visita de Donald, hubiera sido un éxito, con un riesgo calculado, ¿Por qué le costó el puesto a su artífice, Luis Videgaray?, no parece ser un punto de negociación ante el triunfo del Republicano. En el fondo no es Trump, sino los millones que creen que el vecino es su problema. Donald lo supo catapultar, al acusar a Hillary que no viajar a México, implicaba evadir el problema, lo que lo reposicionó como presidenciable. Hay que reconocerle a Trump, que como líder, supo entender muy bien el despertar y movilizar con éxito, desde la extrema derecha, las frustraciones sociales producidas por los excesos de un capitalismo neoliberal y global igualmente brutal.
Estados Unidos necesita un vecino estable y fuerte. Hay que aprovechar este momento de buena disposición interna para ayudar a institucionalizar la relación con la diáspora con políticas públicas que les sean benéficas. Corregir las causas que provocan la emigración ilegal y generar desarrollo en México es el punto de partida con el presidente electo Trump. Si México propuso ante la ONU, la contribución de los migrantes a sus comunidades de origen y destino. Es hora de ponerlo en hoja de ruta.
Luis Manuel de la Teja Aguilar
Consejero de los Mexicanos en el Exterior (CCIME)
ldelateja@masconsulting.net
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