Por Marcos Nelson Suarez
Fotos del autor y Duenpen Sringam
Mientras los efectos de la pandemia van disminuyendo en la medida en que más ciudadanos reciben la vacuna, aprovechamos la oportunidad de que Puerto Rico, esa isla encantada del Caribe aminoró sus restricciones y nos fuimos a visitar la isla.
Reconozco que estoy parcializado a favor de ¨Puerto Rico. Aunque la islita es mucho más pequeña que mi país, Cuba, compartimos historia y costumbres que se remontan a la época de los Taínos, pero especialmente a la herencia dejada por la colonización española y la intervención norteamericana. Ambos sucesos, dejaron huellas que aún persisten y que son parte integral de la cultura tanto cubana como puertorriqueña.
Llegamos a San Juan, en medio del receso de primavera junto a cientos de jóvenes buscando la diversión de las magníficas playas caribeñas y el ambiente de diversión, que se ha visto muy limitado en Estados Unidos debido a la crisis con el virus.
Puerto Rico exige a los visitantes una prueba negativa hecha en las 72 horas previas al arribo y lo del tapabocas se lo toman muy en serio… con la amenaza de multas de $100 a quienes sean sorprendidos en público sin el mismo.
Las playas estaban repletas. Los hoteles no daban abasto y rentar un auto fue casi imposible a pesar de que los precios de renta se multiplicaron hasta llegar a más de $120 diarios.
Nos hospedamo90s en el Hotel Condado Hilton. Desde la llegada las cosas fueron negativas. Las dos habitaciones que reservamos y pagamos con anterioridad, no estaban disponibles y nos dieron otras diferentes. Ya a esa altura, con las maletas y cansados del vuelo, no teníamos opciones.
Para evitar la entrada de intrusos a las áreas del hotel, hay guardias de seguridad en cada entrada que chequean, son una lista, el nombre de cada huésped. Así que al día siguiente intenté entrar al hotel desde la playa. Mi nombre no estaba en la lista y la explicación del guardia fue que la lista estaba atrasada. Maldiciendo fui hasta la recepción por la entrada principal. Ya se arregló, me dijeron, pero eso no alivió mi desagrado.
Si usted decide viajar a Puerto Rico debe aceptar antes que en la isla todo se hace con lentitud. Y no lo digo como crítica.
A pesar de estos detalles, la isla se disfruta. Es para vacacionar y en eso, cumple completamente.
San Juan es una fuente histórica que mantiene lo mejor que puede, el estilo arquitectónico que dejó España, al tiempo en que trata de rendir tributo al pasado indígena.
Lo primero que fuimos a visitar en el Viejo San Juan fue el Castillo San Felipe del Morro, construido en el Siglo XVI para defender la ciudad de los ataques tanto de piratas como de otras potencias europeas empecinadas en agarrar una tajada del Nuevo Mundo, aunque fuera a la fuerza.
Las paredes de la fortaleza tienen un ancho de entre 18 y 40 pies, capaces de aguantar los cañonazos de los posibles atacantes.
Erizado de cañones, la fortaleza da crédito al interés que tenían los colonizadores en mantener el control de la ciudad.
Después de recorrer el Morro, hay que caminar por las callejuelas adoquinadas que nos permiten admirar una arquitectura que remeda a la Metrópoli mientras arbustos florales engalanan ventanas en edificios policromos que dan un ambiente de fiesta a las barriadas. Decenas de restaurantes y cafeterías locales ofrecen variedad de platos locales, con pescados y mariscos frescos, delicias al paladar.
Los olores a especias, ajo, la cebolla, cilantro, se mezclan con la brisa salitrera del mar para invitar a disfrutar los platillos.
Puerto Rico ha sido un lugar preferido para españoles y cubanos quienes a su vez, trajeron a la isla, el encanto de reposterías que no tienen igual. Varios restaurantes y panaderías españoles, ofrecen los sabores delicados de los flanes, las confituras de guayaba y una colección interminable de jamones, quesos, chorizos y otras delicias que obligan a detenerse y saborearlos.
Al día siguiente nos fuimos a Isabela, a unas 3 horas de San Juan. El recorrido nos llevó a cascadas en medio de bosques donde los mangos, aguacates, papayas y otras frutas tropicales cuelgan de los árboles listos para dar gusto.
Quizás lo más atractivo de Puerto Rico es su gente. Alegre, amistosa, hospitalaria.
El recorrido me recordó a mi país de origen. Los paisajes son de belleza típicamente tropical muy similares también a los que he encontrado en Costa Rica, Nicaragua y hasta en Tailandia.
Las playas son bañadas por el agua turquesa del Caribe. En Isabela visitamos una de las playas que aún no han sido invadidas por turistas, quizás por lo lejano que se encuentran de San Juan. Sólo caminar por las kilométricas arenas de las playas crea una sensación de paz inigualable.
Especialmente en San Juan, están disponibles todas las amenidades que se encuentran regularmente en sitios turísticos.
Al menos durante el receso de primavera, la gente caminaba por las aceras con las bebidas en la mano.
Me quedé enamorado de la Isla del Encanto y su usted decide visitarla, le aseguro que no se arrepiente.
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