Es vergonzoso para nuestra comunidad migrante el que integrantes de la misma, que alguna vez gozaron de amplio prestigio y reconocimiento público ahora se encuentran recluidos en la cárcel. Me refiero a casos emblemáticos como el del otrora empresario de medios de comunicación Luis de la Garza, ahora recluido en una penitenciaría estatal por robo bancario a mano armada, y más recientemente, el caso de Juan Miguel López, otro empresario que también gozara de amplio reconocimiento, quien fue arrestado por cargos relativos a lavado de dinero y otras acusaciones, entre ellas el de su status migratorio (al parecer no tiene documentos que acrediten su legal estancia en el país).
El proceso judicial en contra de Juan Miguel López se encuentra en su fase inicial y está en que un gran jurado determine si se le fincará responsabilidad penal o no. En West Dallas se ha reportado la presencia de un tal “José Rodríguez” quien aparentemente ha falsificado la firma de residentes de la tercera edad en boletas electorales que se envían por correo, motivo por el que y las fuerzas del orden están buscándolo.
A ellos se unen cientos si no es que miles de inmigrantes latinoamericanos anónimos, que año con año son arrestados, juzgados y encarcelados por delitos que van desde infracciones como el escándalo en la vía pública, pasando por delitos más serios como la violencia doméstica y el robo, hasta llegar a los homicidios. Sus casos salen a la luz pública cuando los delitos son graves y son reportados por los medios de comunicación.
No estoy implicando que un arresto equivale a culpabilidad. En este país los fiscales deben probar la culpabilidad del indiciado. Ciertamente no vivimos en un país de detenciones arbitrarias. Las policías no buscan a una persona para arrestarla sólo porque un día amanecieron de malas y agarran a cualquier hispano al azar. Los arrestos se presentan cuando hay causa suficiente que los ameriten.
Los delitos los cometen personas de todo tipo de etnicidad, color de piel, nivel de educación y nivel social. Pero como inmigrantes que ostensiblemente llegamos a este país en búsqueda de una mejor vida, tenemos el imperativo moral y ético de respetar las leyes de este país. Este imperativo moral debería aplicarse especialmente a los que viven aquí sin documentos, ya que su misma estancia es violatoria de las leyes de este país.
Por ello es que me cuesta trabajo entender a algunos de los nuestros. ¿Por qué ser deshonestos y vivir de la mentira cuando la verdad les sirve mejor? ¿Por qué pudiendo hacer las cosas bien y ganar más se empecinan en hacer las cosas mal y acabar privados de su libertad? Al final del día hasta es irrelevante si ellos logran defenderse bien en juicio, o si efectivamente son inocentes y al final salen libres. El daño a su imagen y reputación está hecho. Y con ello, la reputación de nuestra comunidad en su conjunto. Cada detención es leña que alimenta el fuego del sentimiento anti-inmigrante y xenofóbico de parte de la población anglosajona y que ha sido retomado con vehemencia por la actual administración y el titular del poder ejecutivo. En la mente colectiva de muchos de los que aún son mayoría en este país, ejemplos como los que ven en los periódicos o noticieros de televisión son justificación más que suficiente para tacharnos a todos los hispanos de deshonestos. De ser “mexicanos”. En el imaginario colectivo de este sector, este gentilicio que ahora suele aplicarse a todos los hispanos, se ha convertido en sinónimo de rateros, corruptos, violadores, estafadores, poco educados, con familias numerosas y receptores injustificados de programas de asistencia pública.
Este es un país que se rige por apego a reglas sociales, éticas y legales. Es importante que respetemos las leyes. Que mostremos la mejor versión de nosotros mismos. Que aportemos nuestro granito de arena para cambiar los estereotipos negativos que crecientemente se asocian a los latinos, incluyendo a los nacidos aquí. Que redoblemos nuestros esfuerzos para que los estereotipos con que nos asocien sean positivos: que somos una comunidad trabajadora, honesta, creativa, con fuertes lazos familiares y que aportamos nuestros valores positivos a nuestro país adoptado.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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