Dallas, Texas. No ha completado ni un mes en el poder, pero ya uno de los principales funcionarios del presidente de EE. UU., Donald Trump, renunció. Se trata del asesor de Seguridad Nacional, general (r) Michael Flynn, cuyo caso ha desatado toda una tormenta en Washington. Estaba destinado a ser un guardián estratégico de un presidente sin experiencia en asuntos militares ni de política exterior. Pero solo duró 24 días en el cargo, tras renunciar el lunes por sus polémicos contactos con Rusia.
Este fin de semana, diversos medios del país reportaron que Flynn –uno de los asesores que le hablan al oído a Trump– habría discutido con el embajador de Rusia las sanciones impuestas al Kremlin en diciembre del año pasado, cuando Trump aún no se había posesionado y Flynn era solo parte de su equipo de transición.
Además, e igual de grave, el poderoso asesor le habría mentido al vicepresidente de EE. UU., Mike Pence, a quien le negó que sus conversaciones con funcionarios rusos versaron sobre ese tema.
La saliente administración de Barack Obama anunció hacia finales del año pasado un nuevo paquete de restricciones contra Moscú, después de que la comunidad de inteligencia del país confirmó que Rusia era responsable del ‘hackeo’ que sufrió el Partido Demócrata y la campaña de Hillary Clinton durante el proceso electoral para las presidenciales del 2016.
Esa conclusión, sin embargo, fue una con la que discrepó Trump desde el comienzo. En gran parte, dicen, porque pondría en duda su triunfo y porque generaba serios cuestionamientos frente a su amigable relación con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Cuando las sanciones se anunciaron, de hecho, Trump aplaudió al líder ruso por no responderle a Obama con la misma moneda y dio a entender que las cosas entre los dos países cambiarían en enero una vez asumiera la presidencia. Pero, de acuerdo con información revelada por los propios organismos de inteligencia a diarios como ‘The Washington Post’ y ‘The New York Times’, Flynn –al parecer– prometió eliminar las sanciones durante una serie de conversaciones que sostuvo con Sergey Kislyak, embajador de Rusia ante la Casa Blanca.
La noticia sobre las supuestas conversaciones –y su objetivo– ya había circulado a comienzos de enero, pero Flynn lo negó categóricamente. Según su asesor, las charlas con Kislyak fueron solo para coordinar una llamada entre ambos mandatarios.
El entonces presidente electo acusó a los medios de fabricar información falsa (fake news, como le dicen en EE. UU. a este fenómeno), mientras que Pence salió a defender a Flynn ante los medios de comunicación.
Un funcionario estadounidense dijo a The Associated Press que Flynn estaba en contacto frecuente con el embajador Sergey Kislyak el día en que el gobierno de Obama sancionó a Rusia por el robo relacionado con las elecciones, así como en otras ocasiones durante la transición.
Lo que al parecer no sabía Flynn –ni Pence, ni Trump– es que sus conversaciones con el embajador ruso fueron grabadas y que existe una transcripción de las mismas en la que –dicen estos diarios– queda claro que sí se discutieron las sanciones.
Los organismos de inteligencia se habrían topado con las comunicaciones en el marco de la investigación que aún continúa sobre Rusia y su rol en las elecciones.
De entrada, lo hecho supuestamente por Flynn sería una violación del Acto Logan, ley que prohíbe a ciudadanos del común, como lo era en ese entonces, inmiscuirse en asuntos diplomáticos. Pero el tema es aún más grave. Cuando el asunto de las llamadas volvió a resurgir el viernes pasado, el general cambió la historia, probablemente ya al tanto de que existen pruebas en su contra.
De acuerdo con uno de sus portavoces, Flynn “no podía recordar si el tema de las sanciones había sido parte de las conversaciones”.
Al dar marcha atrás a su historia original dejó muy mal parado al Vicepresidente Pence. Los medios del país notaron, por ejemplo, el frío saludo que ambos se dieron ese día durante un evento en la Casa Blanca y el hecho de que Flynn no fue llamado por Trump para su encuentro de este fin de semana en Palm Beach, Florida, con el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
Varias fuentes de la administración salieron a decir –sin revelar sus nombres– que la tensión entre ambos equipos era alta. Además, Stephen Miller, director político de Trump, se rehusó a defender al funcionario en una serie de entrevistas el domingo pasado.
Los demócratas, que ya olieron sangre en el agua, están reclamando una investigación exhaustiva contra Flynn y lo acusan de un doble crimen, violar el Acto Logan y mentirle al público al respecto: “Bien sea porque mintió o, como dice ahora, porque no recuerda, el general no está capacitado para estar en ese cargo”, afirmó el senador Al Franken, uno los críticos más acérrimos en este episodio.
arnoby@elhispanonews.com
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