Dallas, Texas. En los seis últimos años dio clases en el pueblo inuit de Salluit, en el Ártico canadiense, cuya tasa de suicidios es alta, y ella está cambiando las vidas de sus estudiantes, según el jurado que le otorgo el prestigioso premio.
Una profesora canadiense que enseña en un pueblo remoto del Ártico recibió el Global Teacher Prize, un premio considerado como el Nobel de los profesores y dotado con un millón de dólares, en una ceremonia celebrada en Dubái el pasado mes de Marzo. Maggie MacDonnell, está “cambiando las vidas de sus estudiantes y transformando a su comunidad”. La canadiense estaba entre los diez finalistas elegidos entre 20.000 candidaturas procedentes de 179 países.
“Como profesora, cuando llego a la escuela al día siguiente de un suicidio, hay un asiento vacío en mi aula donde impera un silencio total”, dijo, reprimiendo las lágrimas. MacDonnell ha creado un programa de formación social para sus alumnos, especialmente para las chicas, en una región donde son frecuentes los embarazos adolescentes y las agresiones sexuales. Muchos profesores dejan sus puestos a mitad del año escolar por culpa del estrés y de las duras condiciones de vida que sufre la comunidad indígena.
La profesora, que también ha sido madre de acogida temporal en la comunidad inuit, recibió el galardón en una ceremonia que abrió con la actuación del tenor italiano Andrea Boccelli. El año pasado, el profesor palestino Hanan al Hrub ganó el prestigioso premio por su innovador uso del juego para frenar la violencia en su escuela en Cisjordania.
El galardón fue creado hace tres años por la Fundación Varkey, con sede en Dubái. El premio de un millón de dólares se paga a plazos y exige que el ganador siga dando clases durante al menos cinco años.
No debemos olvidar, ni tampoco ser indiferentes, con los suicidios de jóvenes estudiantes acaecidos en varias ciudades de Texas. Por citar algunos, en Febrero de 2016, dos estudiantes de la preparatoria Plano East Senior High School, fallecieron por heridas auto infligidas, al parecer en un pacto suicida, según un comunicado del Departamento de Policía de Plano.
También en Febrero 2016, dos adolescentes de 15 años murieron por impacto de bala en la Escuela Secundaria Independence High School de Glendale, Texas. Según un comunicado de la policía local, se trató de un suicidio-homicidio. Algo similar aconteció en Prosper, Texas, en donde, la policía hallo dos cadáveres en un aparente suicidio-homicidio.
Y en Dallas, un niño de solo 11 años de edad, fue hallado muerto por sus familiares dentro de un ropero. “Se ahorco el mismo” había dicho su madre Mayra Rodríguez. Los padres de familia de la Secundaria L.V. Stockard del Distrito Escolar de Dallas expresaban, además de un profundo dolor, una impotencia y frustración ante tan inexplicable hecho.
La madre del menor, había aceptado y reconocido que no hizo nada ante las quejas de su hijo a pesar de que su hijo le había contado que estaba sufriendo acoso escolar, porque sus compañeros de clase lo estaban obligando a que vendiera drogas.
Imaginémonos lo que le pueda estar sucediendo a los niños estadounidenses hijos de padres deportados y que están padeciendo serios “desafíos emocionales” debido a la separación forzada. Sufrirán “consecuencias devastadoras”, no sólo para ellos sino para toda la familia, así lo han advertido expertos, académicos y dirigentes comunitarios que conocen el tema.
Por eso, Maggie MacDonnell, debemos traerla a Texas.
arnoby@elhispanonews.com
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