El día de hoy durante el evento Café con el Cónsul la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales hace una colecta de alimentos no perecederos, pañales, mamilas, ropa y alimento para bebés, artículos sanitarios y de higiene femenina, agua embotellada y ropa interior (calcetines, calzones y camisetas) para los damnificados del huracán Harvey. Favor de llevar sus donativos al Consulado General de México en Dallas y corran la voz. La dirección es 1210 River Bend Dr., Dallas, TX 75247 y la cita es a las 4:30 pm. AMEP agradece su apoyo solidario a nuestros hermanos en las zonas costeras. Informes: 210 446 4616 ext. 101.
NUESTRA HISTORIA, GLORIOSA Y TERRIBLE
Mi familia proviene de Alemania y Austria. Cuando era niña mi madre fue parte de las juventudes hitlerianas. No es que haya tenido alternativa. Los ciudadanos eran Nazis o eran enviados a un campo de concentración, destinados a perecer en cámaras de gas. En los sesentas y setentas crecí en una Austria llena de culpa de la posguerra y como estudiante del Colegio Alemán en la Ciudad de México, mis maestros nos obligaban a ver interminables películas de la Segunda Guerra Mundial y pasar por un intensivo programa de “desnazificación”. Alemania y Austria no han hecho ningún intento por borrar su pasado. Todo lo contrario. Berlín alberga un museo del Holocausto donde se exponen los horrores del nazismo. Los campos de concentración de Dachau y Auschwitz siguen ahí para recordar a la humanidad que jamás se ha de repetir un genocidio. El Salón de Congresos de Hitler en Nuremberg, construido por esclavos, no fue demolido después de la guerra. Décadas después se construyó un Centro de Documentación en su ala norte que contiene la exposición permanente “Fascinación y Terror” (Faszination und Gewalt), que estudia las causas y consecuencias del nacionalsocialismo.
Al crecer hablé con miembros de mi familia y soldados alemanes que habían hecho suya la ideología nazi y quienes, después de haber sido vencidos por el ejército soviético o las fuerzas aliadas regresaron a su país heridos, destrozados y comprendiendo el horror absoluto de la ideología en la que habían creído y en la dictadura que desencadenó.
Esta nación debe afrontar su propia historia, una que incluye un vergonzoso pasado de esclavitud y segregación racial. Lo hecho no se puede deshacer. El pasado no debe ser olvidado, debe servir de enseñanza. Si bien me aterroriza la manera en la que el racismo y el fanatismo se ha desencadenado en nuestro país y de que la ideología fallida y llena de odio del nazismo y de lo que la Confederación representaron ahora se han convertido en símbolo de la retórica de odio de los neonazis, los nacionalistas blancos y los del Ku Klux Klan y son adoptadas por personas que se sienten alentadas a atacar a otros y hasta asesinar a otros por diferencias en el color de piel, religión u origen étnico, derribar monumentos confederados no va a borrar la historia.
El retirarlos no contribuye en nada para forjar nuestro futuro como nación. Los padres de la patria George Washington, Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, James Madison y Patrick Henry tuvieron esclavos. En Texas los héroes del Álamo William Barret Travis and Jim Bowie fueron esclavistas. Sería absurdo derribar sus estatuas por ese hecho pero esa es la lógica de los que pugnan por la erradicación de los monumentos confederados.
Viendo las cosas con una perspectiva histórica, los padres de la patria y generales confederados cuyas estatuas ahora son removidas nacieron en un mundo cuya economía se sustentaba en el trabajo de esclavos, desde las plantaciones de algodón y tabaco hasta las incipientes industrias del país. En la guerra de Independencia algunos soldados que lucharon por liberar a Estados Unidos del yugo del imperio británico llevaron a sus esclavos al campo de batalla.
La finalidad del renacimiento de la práctica conocida como “damnatio memoriae” or condenación de la memoria, así sea bajo el pretexto de la inclusión, es meramente política. Tiene su origen en la antigua Roma donde los monumentos de los emperadores asesinados o depuestos eran purgados de la memoria pública. Debemos mantener los monumentos confederados no porque rindamos tributo a la Confederación o para honrar la memoria de la esclavitud, sino porque tenemos la obligación de preservar nuestra historia para comprenderla.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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