Dallas, Texas. El viernes de la semana pasada no fue cualquier día para el presidente de EE.UU., ni para el Partido Republicano. Fue el día en que el Presidente Trump se enfrentó a su primera gran prueba política como jefe del gobierno y la perdió. ¿Qué tan mala fue la derrota del viernes de la ley de reforma de salud del presidente Donald Trump en la Cámara de Representantes de Estados Unidos? Mala. Muy mala.
El Proyecto de Ley de Reforma de Salud se había convertido en algo más que la primera pieza de legislación importante impulsada por una Casa Blanca y un Congreso controlado por los republicanos. La reforma también era una primera prueba política clave que llegaba justo cuando Trump debería estar en el punto más fuerte y sólido del ejercicio del poder y como agente de cohesión de su partido.
Pero, aun así, ni Trump, ni Paul Ryan (el líder de la Cámara de Representantes), ni los republicanos que han asumido las riendas de Washington, pudieron cumplir con la misión. El presidente intentó echarle la culpa a la minoría demócrata. Pero, en ese punto, nadie cree en esa explicación. Para los republicanos, el viernes no fue sólo un mal día. Fue un desastre.
Y estas son algunas de las razones que podrían explicar ese desastre:
Un negociador fracasado
Donald Trump apostó por su reputación de dealmaker, un hombre eficiente cerrando contratos. De hecho, en palabras del propio portavoz de la presidencia, Sean Spicer, estaba muy “cerca” de conseguir pasar el proyecto de ley por la Cámara de Representantes.
El presidente alabó las bondades del proyecto en Twitter, en conferencias de prensa y en eventos parecidos a mítines electorales. El viernes, Spicer le dijo a los reporteros que el presidente había hecho “hazañas extraordinarias” en su intento por conseguir que el proyecto fuera aprobado.
“¿Ha hecho todas las paradas necesarias, ha llamado a cada miembro, ha afinado cada cosa que había que afinar, ha hecho todo lo que posiblemente podía hacer y ha usado cada minuto de cada día para lograr que el proyecto de ley sea aprobado? Sí, la respuesta es sí”, indicó Spicer.
Y la realidad, independientemente de si el mandatario hizo su mejor esfuerzo o no, es que el proyecto de ley se quemó. No sólo eso: todas las amenazas y promesas que hizo en el proceso resultaron ser huecas.
El Presidente Trump prometió una votación el jueves, que no se produjo. Después prometió una votación el viernes, y tampoco sucedió. Y le advirtió a su partido sobre las terribles consecuencia de un fracaso, pero parece evidente que lo ignoraron.
Después de que se cancelara la votación programada inicialmente para el jueves, los líderes republicanos concluyeron el viernes que no tenían suficiente apoyo para conseguir la aprobación de la Ley de Cuidado de la Salud. A poco más de dos meses de su presidencia, las los sondeos de opinión muestran que su popularidad está cayendo, su agenda está contra las cuerdas y su poder se ha visto disminuido.
Una agenda descarrilada
Recientemente el periódico The New York Times reportó que el presidente ha dicho en privado que nunca debió haber asumido la reforma sanitaria como su primera prioridad legislativa.
Aunque mencionó el tópico repetidas veces durante la campaña electoral, siempre se percibió como una concesión a la base republicana: un poco del evangelio conservador que los más miembros más duros del partido esperaban escuchar.
arnoby@elhispanonews.com
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