Los mexicanos son especialistas en apodos y en poner nombres simpáticos y alusiones de doble sentido a situaciones y personas. Cuando era adolescente, aprendí que estar borracho tenía múltiples equivalentes en expresiones como “estar pediatra”, “ponerse hasta las chanclas”, “acabar pérsico” (aludiendo a que algunos borrachos incitan a conflictos como los que se viven en el Golfo Pérsico) “ponerse hasta las manitas”, “acabar como placa de tráiler: hasta atrás”, entre otras.
El ver a alguien borracho es usualmente motivo de risa y del uso de alguna de estas expresiones. Pero el manejar en estado de ebriedad es todo menos motivo de gozo. Quien lo hace pone en peligro no sólo su integridad física y su vida, sino la de las demás personas. Peor que un homicidio imprudencial es causar lesiones permanentes como la paraplejia o la cuadriplejia, es decir, la parálisis total del cuerpo debido a lesiones irreversibles a la columna vertebral. Hace un par de años finalmente falleció una amiga (a los 54 años de edad) cuyo exmarido chocó el coche en el que iban contra un árbol, provocando que ella sufriera una parálisis casi total y pasara el resto de sus días – unas tres décadas- en una silla de ruedas y con crecientes problemas de salud. Dicho individuo no solamente libró el proceso penal debido a la laxitud de las leyes de aquella época, sino que además la abandonó a su suerte al divorciarse de ella. El de ella fue uno de los tantos casos de vidas irremediablemente destruidas por el alcohol.
Después de innumerables “borrachazos” que han costado miles de vidas y la salud de cientos de miles de personas a lo largo de las décadas, las autoridades de la capital mexicana y otras ciudades como Guadalajara y Monterrey tomaron cartas en el asunto y desde 2003 establecen retenes itinerantes en diversos puntos de las ciudades, haciendo embudos por los que deben pasar todos los vehículos. Los policías pueden detener a cualquier conductor que sospechen que maneja bajo la influencia del alcohol, obligarlo a bajar de su vehículo y aplicarle la prueba del alcoholímetro. Quien presenta más del .08% de concentración de alcohol en la sangre debe pasar tres noches en instalaciones especiales comúnmente conocidas como “el torito”. Los gobiernos locales se ufanan que la medida ha logrado disminuir un 30 por ciento las muertes relacionadas con la combinación del alcohol y el volante.
En Texas y los demás estados esta medida, que ciertamente sí ha resultado ser factor contribuyente para bajar el número de mortalidades y lesiones relacionadas con la ingesta de alcohol, no podría ser implementada ya que las demandas legales prontamente acabarían con un programa de esta naturaleza. Texas tiene la nada honrosa distinción de ser el estado con el mayor número de muertes relacionadas con la conducción de vehículos en estado de ebriedad. Cada 20 minutos una persona fallece y cada dos minutos, una persona es lesionada debido a accidentes en donde el alcohol es causa directa de los mismos. En 2015, 25,479 accidentes automovilísticos estuvieron directamente relacionados con el consumo de alcohol y 15,687 personas resultaron lesionadas. 1,323 personas fallecieron (representando el 38% de todas las fatalidades automovilísticas en el estado). Las fatalidades en 2014 incrementaron 8.2% con respecto a 2013. 75,764 texanos fueron arrestados por manejar bajo la influencia del alcohol en 2014. Tan solo en Dallas, se reportaron 1,250 accidentes relacionados con el alcohol en 2015, y 638 fueron reportados en Fort Worth. Una persona promedio maneja 80 veces en estado de ebriedad antes de ser arrestada o causar un accidente.
No cabe duda que hay algunos avances. Hace dos años el gobernador Greg Abbott firmó la ley HB 2246, convirtiendo a Texas en el vigésimo quinto estado en exigir a todos los conductores convictos por ebriedad que instalen y paguen por un sistema de traba del encendido en sus automóviles. El sistema los obliga a soplar a un alcoholímetro cada vez que se sienten al volante durante el período de suspensión de su licencia de conducir. Ello ciertamente ha contribuido a bajar el número de accidentes, fatalidades y lesiones desde la implementación de la ley.
Pero todavía queda mucho por hacer, a juzgar por el aún demencial número de accidentes causados por el alcohol. Una parte es la aplicación de la ley, la otra es la educación del público. Se necesitan más programas que concienticen a las personas de los riesgos de combinar el alcohol con el volante y de incitarlas a dejar la conducción a choferes sobrios. Actualmente existen alternativas tan eficaces como Uber y Lyft, aplicaciones que podemos descargar en nuestros teléfonos y desde las cuales un chofer nos puede recoger y llevar de manera segura a nuestros hogares si hemos ingerido alcohol y/o drogas. También debemos reconocer que si tenemos un problema con nuestra ingesta de alcohol, es hora de visitar Alcohólicos Anónimos (en Facebook se puede encontrar la información de Dallas: https://www.facebook.com/pages/Oficina-Intergrupal-Hispana-De-Alcoholicos-Anonimos/139320679449289). Protejamos nuestras vidas y las de otros, no tomemos y manejemos.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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