Para el célebre escritor colombiano Gabriel García Márquez, los últimos días de mayo de 1967, estaban llenos de incertidumbre. Habiendo pasado 18 meses de encierro en un cuarto de su casa de Ciudad de México, sentado frente a su máquina de escribir Smith Corona, terminando la novela con la que soñaba desde que era un joven periodista con ganas de contar historias, le había traído muchas afujías económicas a su familia.
La idea de relatar las historias alucinantes de la familia Buendía en la mítica Macondo empezó a rondar la cabeza de García Márquez mucho antes de 1967, a raíz de los relatos que le contaba su abuela Tranquilina Iguarán cuando era niño. Sin embargo, en un artículo que publicó en 2002 en una revista colombiana García Márquez dijo que la idea de iniciar la obra le llegó de repente a comienzos de 1965, mientras conducía su automóvil en Acapulco.
Consciente de que no podía enclaustrarse varios meses para escribir sin ganar el sustento diario como periodista o guionista de cine, García Márquez le pidió un préstamo al también escritor colombiano Álvaro Mutis. El dinero quedó en manos de su esposa Mercedes, quien tuvo que cortar al máximo los gastos y rogar al dueño de la casa para pagar el alquiler.
“Lo que podía ser motivo de otro libro mejor sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo, con nuestros dos hijos, durante ese tiempo en que no gané ningún centavo por ninguna parte. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa”, recordó el escritor en 2002.
Con el título de “Cien Años de Soledad”, a la semana de haberse imprimido por la Editorial Sudamericana de Buenos Aires (6 de Junio de 1967), ya se conseguía en las librerías de la capital argentina la primera edición del libro de 471 páginas que se agotó en tres semanas. Se vendieron 8,000 ejemplares y la editorial tuvo que preparar rápidamente la segunda edición.
Lo que vino después fue una avalancha inesperada que removió los cimientos de la literatura universal y que aún no se detiene: la historia de las siete generaciones de la familia Buendía y de Macondo, un pueblito imaginario en el Caribe colombiano, se convirtió en un fenómeno mundial que, hasta el momento, ha sido traducido a unos 49 idiomas, publicado por más de 100 editoriales y ha vendido más de 40 millones de copias en todo el mundo, sin contar las ediciones piratas.
¿Pero cómo un libro sobre un pueblo ficticio en Colombia se convirtió en una de las historias más universales de los últimos tiempos? Gran parte de la respuesta está en la historia que contó García Márquez. Las alegrías, las tragedias y las ilusiones de los Buendía en Macondo no solo identificaron a los pueblos de América Latina, sino que también les llegaron al corazón a personas de todos los rincones del mundo.
William Joseph Kennedy, el escritor y periodista estadounidense que ganó un Premio Pulitzer en 1984, escribió alguna vez en el diario The New York Times que Cien años de soledad era la primera pieza de literatura que toda la especie humana debería leer, después del Génesis. “García Márquez ha hecho nada menos que crear en el lector un sentido de todo lo que es profundo, significativo e insignificante en la vida”.
Las historias de Macondo, de hecho, no son muy distintas a las que ocurren en algunos lugares de África o en regiones como el lejano Oriente, que durante varios siglos vivió en medio de una sociedad feudal. Por eso en muchos países, algunos inimaginables, hay personas que toman el libro como propio. Los ejemplos son numerosos: en China es una de las obras más influyentes de las últimas décadas, aunque durante 30 años solo circularon ediciones ilegales; en Irán fue una de las novelas más leídas por la generación de jóvenes que en 1979 desataron la Revolución islámica que derrocó a la monarquía del shah Reza Pahlevi, y en Armenia (Eurasia) es uno de los preferidos por los jóvenes, según una encuesta realizada en 2013.
Y esas son solo algunas historias, pues entre los idiomas a los que ha sido traducido el libro están algunos tan extraños como el hebreo, el tamil (una de las lenguas que se hablan en India), el malayo o el islandés.
La novela, además, se convirtió en un texto de referencia para los gobiernos de izquierda que en esa época regían en Europa del Este, Asia y buena parte de América Latina. Personajes como el coronel Aureliano Buendía, quien dirigió varias revoluciones fracasadas contra un gobierno conservador, y temas como la pobreza en el campo o la explotación de la tierra por parte de empresas extranjeras sirvieron para que el libro circulara en los países socialistas. Pero eso no lo limitó, pues también encantó a poderosos como Bill Clinton y Barack Obama, y es un éxito en países no socialistas como Estados Unidos, Francia o Italia.
Para Gabo, quien gracias a la novela se convirtió en una figura mundial y 15 años después (1982) se ganó el Nobel de Literatura, todo fue inesperado. “No sé a qué horas sucedió todo”, dijo en un congreso de la Real Academia de la Lengua Española llevado a cabo en 2007 en Cartagena. Y agregó: “Solo sé que desde que tenía 17 años y hasta la mañana de hoy no he hecho cosa distinta que levantarme todo los días temprano y sentarme ante un teclado, para llenar una página en blanco o una pantalla de computador con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie, que le haga más feliz la vida a un lector inexistente”.
Gabriel García Márquez, desde el DF mexicano, le dio voz a América Latina, generó devoción en Europa, la piratearon durante 30 años en China y con sus escenas se identifican muchos pueblos de África. ‘Cien años de soledad’ trascendió las fronteras como ninguna otra novela colombiana.
arnoby@elhispanonews.com
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