AGENCIAS
El fervor guadalupano se desbordó y movilizó a millones de personas, tanto de México como del extranjero, que se congregaron para el momento cumbre de expresar su fe con los cánticos de las mañanitas a la Virgen de Guadalupe, en sus 485 años de haber aparecido ante Juan Diego, en voz de famosos cantautores como Manuela Torres, quien frente al altar interpretó a Pablo Milanés con la canción “Te amo”; Mariano con “Morenita mía”.
Una fe que se ha extendido a Latinoamérica y a todo el mundo, situación que los famosos lo manifiestan al interpretar sus cánticos a la “Morenita del Tepeyac”, entre ellos participaron María Victoria, Aída Cuevas, Emmanuel, José Luis Duval, Daniela Romo, Pablo Montero, Mijares, La Sonora Santanera, Guadalupe Pineda.
Antes de la misa de media noche, también lo hicieron Marjorie de Sousa, Fernando de la Mora, Olivia Gorra, Bárbara Padilla y Gibrán son algunos de los que entonaron sus melodías en honor a la guadalupana, frente a cientos de miles de fieles que se congregaron desde temprana hora y hasta los últimos minutos de ayer.
Acuérdate Virgen María que eres madre del amor, que eres la adoración de los mexicanos y latinoamericanos, fueron parte de los cánticos, para después culminar con una misa celebrada por Mons, Enrique Glennie Graue, Rector de la Basílica de Guadalupe.
La Basílica de Guadalupe, como cada año por estas fechas, vive, junto con sus millones de visitantes, el gozo por recordar aquellas páginas del impulso de la religión católica por estas tierras; y por otro lado la resistencia a la adoración pagana de los pueblos originarios, a su diosa Tonantzin. Pero hoy, para la mayoría de los mexicanos como de los pueblos latinoamericanos, estos días son de júbilo.
Hoy, -después de más de cuatro siglos, cuando aquel domingo de diciembre de 1531, el indio Juan Diego llevó ante Fray Juan de Zumárraga, en palacio episcopal, la prueba y orden de la Virgen de Guadalupe de construir allí su templo- el fervor de miles, tal vez de millones de feligreses mexicanos y turistas extranjeros se volcaron ante la imagen que albergar el moderno templo de la Basílica.
Un milagro caído del cielo en aquella época para el monseñor Zumárraga, precisamente en los momentos cuando era repudiado por parte del clero por haber destruido miles de esculturas y documentos de valor inestimables, que daban cuenta de la grandeza cultural de los Aztecas, y pruebas de que no eran unos simples salvajes, como solía decir.
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