Los inmigrantes tenemos la obligación de obedecer las leyes, aprender inglés y educarnos sobre la historia norteamericana. La naturalización es un paso vital en este proceso. Los inmigrantes que nos precedieron – alemanes, irlandeses, italianos, etc,- se convirtieron en estadounidenses. Esa es la clave de nuestro futuro como nación (y es nuestra nación al convertirla en nuestro hogar). Los Estados Unidos han unido a inmigrantes y a sus descendientes de todo el mundo en torno al compromiso con los ideales democráticos y principios constitucionales de este país, mismos que han sido acogidos por personas de una extraordinaria gama de orígenes étnicos y religiosos. Estados Unidos se funda en la diversidad cultural y religiosa dentro de un marco de unidad nacional. Vivimos en una nación que busca unidad, no uniformidad.
Una palabra que define lo anterior: la americanización. La americanización significa el proceso de convertirnos en americanos. Significa nuestra incorporación cívica, convertirnos en parte de la polis, el convertirnos en uno de “nosotros”, los estadounidenses. La naturalización es un paso importante y vital en ese proceso. La inmigración impone obligaciones para nosotros los migrantes. Los que elegimos venir aquí debemos acogernos al núcleo común de los valores y la cultura cívica americana y hacerlos nuestros. Hay un núcleo común de nuestra cultura cívica como americanos, ello pero impone obligaciones. Los inmigrantes hemos de recibir apoyo para comunicarnos con el resto en la lengua común de este nuestro nuevo país, el inglés americano. Ello no significa abandonar nuestros esquemas antiguos; significa mejorarlos. Debemos renovar la educación cívica en la enseñanza de la historia americana para todos los americanos (y recordemos, somos nuevos americanos). Los nacidos aquí debemos recordarnos a nosotros mismos, al ilustrar a los recién llegados, lo que nos hace ser América. Somos un país de inmigrantes dedicados al estado de derecho. E pluribus unum: de los muchos, uno. Un pueblo, el americano. Las obligaciones migratorias han de ser impuestas por el compromiso con la inmigración en aras del interés nacional.
No me puedo adjudicar la autoría de esta gran sabiduría vertida en estos dos párrafos. Palabras más, palabras menos, este pensamiento es parte de un discurso pronunciado el 12 de agosto de 1995 por la Barbara Jordan en la conferencia nacional “United We Stand” en Dallas. Barbara Jordan fue una gigante entre los gigantes legisladores que han contribuido para hacer de este país un símbolo de la democracia y del imperio de la ley. Ella fue una abogada y educadora originaria de Houston, parte del movimiento de los derechos civiles y la primera mujer afroamericana elegida como diputada federal. Presidió la Comisión de Reforma Migratoria de la Cámara Baja y fue quien presentó el discurso inicial en las audiencias de desafuero (“impeachment”) del Presidente Richard Nixon en julio de 1974, que valió para que el Comité Judicial de la Cámara de Representantes resolviera proceder con el desafuero. Probablemente pasará a la historia como una de las mejores legisladoras que jamás haya tenido este país.
Su discurso adquiere gran relevancia a la luz del movimiento “Un Día sin Inmigrantes” el jueves 16 de febrero y de la reunión comunitaria a la que convocó el Consulado General de México para hacer un llamado de unidad y a recibir información por parte de los invitados de honor, los jueces Clay Jenkins y Elba García de la Corte de Comisionados del Condado de Dallas, la Concejal de Dallas Mónica Alonzo, los representantes estatales Roberto Alonzo y Roberto Romero, los cónsules generales de El Salvador, Perú y Honduras en Dallas, y otras personalidades.
Los que son indocumentados deben hacer conciencia de que violaron las leyes al cruzar ilegalmente la frontera o al quedarse después de que venció su visa. Es por ello que se hace imperativo el que ellos y los migrantes legales cumplamos las leyes de este país y no cometamos ningún delito. Fue un exhorto que hizo la Dra. Elba García. Yo agrego que debemos apresurar nuestra integración a este país. Es inadmisible que vivamos décadas en este país como residentes y no nos hagamos ciudadanos, o que nos rehusemos a aprender inglés. Efectivamente, si las autoridades federales deciden aplicar de manera estricta y restrictiva las leyes migratorias, están facultadas para hacerlo. Lo que no pueden hacer es violar las leyes por racismo o cualquier otra razón. Los inmigrantes enriquecemos enormemente a este país. Sin embargo, debemos reconocer que este país tiene el derecho soberano de permitir la entrada únicamente de aquellos extranjeros que le son deseables y convenientes y de deportar a quienes han violado sus leyes.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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