Retomando el tema de la conducta ética y de apegarnos al orden legal de este país, hay varias leyes, reglamentos y ordenanzas que debemos acatar como comunidad migrante, especialmente en estos momentos donde la conversación se ha vuelto decididamente anti-inmigrante. A pesar de vivir en la era de la información y de la tecnología, debemos tomar en cuenta que vivimos en una sociedad que tiene amplios segmentos racistas y xenófobos. Hay quienes todavía piensan que este es un país anglosajón, blanco como la nieve, y la presidencia de Donald Trump los hace sentir con el derecho a sacar a relucir su racismo. Ello incluye a algunos elementos de los cuerpos policiacos en diversas ciudades del país quienes vuelcan su odio racial primordialmente contra los afroamericanos, pero los latinos no nos escapamos.
Es por ello y en aras de proyectar una imagen de buenos ciudadanos, que debemos respetar las leyes locales, estatales y federales, además de las leyes no escritas de las conductas socialmente aceptadas.
Comenzaré por estas últimas. La primera es no hacer escándalos en la vía pública pero tampoco en los perímetros de nuestros hogares. En países como México los altavoces al volumen máximo son obligados en las fiestas, que usualmente se extienden hasta la madrugada del día siguiente y con una parte de los comensales siguiendo la fiesta afuera de la casa anfitriona. Aquí la música al volumen máximo no nada más es vista como una falta de respeto hacia un vecino, es además una segura invitación para que la policía acuda y nos arreste por disturbios públicos.
En México y otros países latinoamericanos está socialmente mal visto que los invitados se apersonen en las reuniones sociales a la hora a la que están citados. En este país es lo contrario, ya que la puntualidad no es nada más un atributo deseable sino hasta necesario si es que deseamos obtener y luego conservar nuestro trabajo, clientes y hasta amigos. Además las reuniones suelen tener hora de inicio y de finalización. Así que los anfitriones o convocantes esperan que sus invitados lleguen a la hora señalada en la invitación y se retiren a la hora indicada para su finalización.
Los latinoamericanos no somos dados al diálogo directo. Cuando no deseamos hacer algo, ir a algún lado o hacer cualquier compromiso que nos resulte incómodo, contestamos con la típica evasiva de “déjame ver” y sencillamente nos “hacemos rosca”, es decir, evadimos y evitamos cualquier alusión a eso que no queremos hacer o a donde no queremos ir. En Estados Unidos se espera una respuesta directa, un “sí” o un “no”, que además con frecuencia no requiere de explicación alguna.
En el ámbito laboral, en Estados Unidos se premia la iniciativa, la competitividad, el trabajo en equipo, la auto-promoción y hasta los cuestionamientos hacia jefes y compañeros de trabajo, así como las confrontaciones constructivas, que desembocan en equipos de trabajo más productivos y el avance laboral para quien muestra liderazgo. Eso es algo que debemos aprender los hispanos, ya que en Latinoamérica típicamente vemos la relación laboral como algo lineal en donde la conducta esperada es limitarnos a recibir instrucciones del jefe y hacer estrictamente lo que nos ordena, y en donde la iniciativa propia es mal vista. Es por ello que hay tan pocos hispanos en los puestos directivos más altos.
Lamentablemente los latinoamericanos aún no aprendemos el valor del voluntariado, la mentoría y las contribuciones caritativas. Eso se refleja enormemente en nuestra comunidad hispana y causa que generemos una impresión negativa. El aportar nuestro tiempo a alguna causa noble como el ser voluntarios en un albergue de animales o en una iglesia, el donar dinero a instituciones sin fines de lucro y el convertirnos en mentores de personas más jóvenes, novatas, o que están debajo de nosotros en el escalafón laboral o empresarial, no nada más es algo socialmente esperado, sino que cuenta mucho cuando nos encontremos frente a una autoridad migratoria, ante quien debemos demostrar fehacientemente que somos merecedores de quedarnos en este país. El saber dar es un atributo que nos hace buenos ciudadanos.
Hasta la próxima y buena suerte. Claudia Herrmann es Presidente de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales de Dallas cherrmann@amepusa.org
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